Viernes 03 de mayo | Mar del Plata
14/02/2015

Un Día de los Enamorados, 60 años después

Hilda y Carlos se casaron en 1957. Se conocieron en el Club Mar del Plata y desde entonces, nunca se separaron. Él admira la paciencia de su mujer. Ella, que él esté pendiente de todo. Tienen más de 80 años y siguen unidos, cuidándose el uno al otro.

Un Día de los Enamorados, 60 años después
(Fotos: Lucho Gargiulo)

Tienen 82 y 87 años. Se conocieron en julio de 1955 durante un baile en el viejo Club Mar del Plata. Él la miró, le gustó, la sacó a bailar y debió esperar una semana y luego otra para volver a verla. Después de unos primeros pocos encuentros los distanció la Revolución Libertadora. Un mes más tarde se reencontraron, un año y pocos meses después se casaron, tuvieron tres hijas y hoy son abuelos de dos nietos. De aquel primer encuentro pasaron casi 60 años entre buenas y malas, pero siguen juntos, con las arrugas que dejó el tiempo sobre sus pieles, y cuidándose el uno al otro todos los días.

Hilda Martínez Viademonte nació en Junín y se instaló en Mar del Plata siendo muy joven junto a sus padres. Toda su vida fue maestra, una apasionada por las letras, y desde hace ya algún tiempo, una brillante actriz y una escritora que aún conserva su facilidad para trasmitir emociones a través de la palabra.

Carlos Méndez Caldeira vino de Capital Federal a la ciudad. “Era un pibe”, se jacta al recordar la época en la que conoció al amor de su vida y a la persona que aún lo acompaña. En el living de su casa, repleta de objetos que hablan de su historia juntos, una foto gigante en blanco y negro los muestra jóvenes y recién casados. Posan para la foto de QUÉ y conservan esa sonrisa que el tiempo afortunadamente no logró desteñirles.

DIA DE LOS ENAMORADOS

Ambos recuerdan bien la noche en la que se conocieron. Carlos es quien se encarga de contar la historia: “En esa época se bailaba en el Club, había dos grandes entradas y todas las mesas. Estaba la muchachada de un lado y las mujeres por allá. A veces se jugaba de cabeza (se ríe). Yo estaba sentado, la vi y me gustó. La invité a bailar y salimos. Ahí la conocí, pero tenía que esperar hasta el otro fin de semana para volver a verla en el club. No la podía pasar a ver por la casa porque recién nos conocíamos, obviamente no había celular, así que había que esperar”.

Y eso fue lo que ambos hicieron, esperar. Los encuentros en la “milonga” se repitieron y luego llegaron las primeras salidas. En septiembre de 1955 Carlos viajó a Punta Alta para ver a su padre y la Revolución Libertadora lo dejó allí varado durante casi un mes.

Al regresar a su casa, tenía un mensaje: “Llego y me dicen, ‘Cacho, a vos te llamó una chica, Hilda, y te dejó un teléfono’. Ella también se acuerda y dice que “estaba preocupada, porque no sabía qué le había pasado”.

Hilda ya se había fijado en Carlos. “A mí me había gustado, pero yo había tenido antes una desilusión con alguien y no tenía ningún interés en apurarme. Y encima ese alguien volvió para querer formalizar, entonces yo estaba entre los dos, pero opté por él”, cuenta con una mirada tímida.

A partir del reencuentro, las salidas se repitieron. “Empezamos a salir. Una noche la acompañé hasta la casa, bajó el viejo y lo salude. El viejo era macanudo, pero la vieja no me tragaba”, continuó él.

CONSTRUIR UNA FAMILIA

El 26 de abril de 1957 Hilda y Carlos se casaron por civil, y al día siguiente por Iglesia. “No hicimos fiesta porque no teníamos plata”, reconoce él, mientras ella recuerda con orgullo que como era maestra del colegio Divino Rostro, le permitieron contraer matrimonio en la capilla del establecimiento. Y cuando en el 2007 cumplieron 50 años de casados, celebraron en el mismo lugar sus Bodas de Oro.

La primera de sus hijas, Andrea, hoy tiene 54 años y llegó cuando Hilda apenas tenía 33. Luego vino Delia y más tarde María, de 53 y 49 años respectivamente. Con el tiempo llegaron sus dos nietos. Juntos, en familia, viajaron por todos lados. Y aún, reconocen, tienen destinos pendientes.

DIA DE LOS ENAMORADOS 3

Aquel amor que nació en los ’50 se ve reflejado aun cuando Carlos baja el tono de su voz gruesa para reconocer que “ella necesita que la cuiden”. Y eso a ella, a sus 87 años, es algo que de alguna manera todavía la enamora de su marido, pese a las discusiones que se suscitan como en cualquier otro matrimonio. “Él está pendiente de todo y se ocupa muchísimo de nuestras hijas”, dice contenta. A él, lo que más le gusta de Hilda es “su paciencia y su tolerancia, que es mucha”.

EL TEATRO, UN MENSAJE DE VIDA

A sus años, Carlos e Hilda comparten además de un pasado juntos, una vida y una familia, una pasión que los llena de vida: el teatro.

Ella lo descubrió primero y él la sigue acompañando a cada función, porque a sus 87 años Hilda Martínez Viademonte es la actriz que hace emocionar cada domingo al público con su personaje de una cálida abuela en “Los árboles mueren de pie”. Carlos le alcanza su vestuario, la ayuda a subir al teatro y le desea suerte antes de salir a escena.

Hilda le devuelve el gesto. A sus 82, Carlos Méndez Caldeira protagoniza dos obras este verano, “Aeroplanos” y “En boca cerrada”. Ella muchas veces lo acompaña, cuando sus dolores se lo permiten.

El teatro les permite mantenerse activos, pero también agilizar y mantener aceitadas sus memorias. El aplauso reconfortante de cada función, es además de la felicidad de ver bien a su familia, otro motivo para seguir de pie en este mundo.

Carlos cuenta que siempre vivió la vida “a medida que iba transcurriendo”. “Hoy me siento bien, me divierto mucho en el escenario, no tengo problemas de salud graves más que los naturales de la edad, y nunca me preocupó el tiempo porque mientras funcione, seguiremos tirando para adelante”.

Hilda reconoce no tenerle miedo a la muerte. A veces su salud la condiciona más de lo que espera, pero vive plena día a día. Disfruta y sonríe. Su mente y su memoria, son un privilegio, casi una bendición. Y en un Día de los Enamorados, 60 años después de haber conocido a su compañero de ruta, ella mejor que nadie contó con sus palabras y su poesía el amor que siente por Carlos después de estar juntos toda la vida.

 

INVENTARIO

Promediando mi otoño calendario,

vuelvo hacia atrás el álbum de mis días,

buscando descubrir entre sus hojas,

el sentido final que di a mi vida.

 

Me detengo en los años primavera,

al recordar mis horas florecidas.

Lloro también porque el amor entonces,

era dolor y risas compartidas.

 

Siempre en mi afán de degustarlo todo,

tiempos tuve de ensueños y poesías.

Estremecí de amor con Luis Bernández,

y lloré de emoción con Alfonsina.

 

Al fin hallé remanso de aguas claras,

plácido amor con horas de ternura.

Hacia él volé porque sentí que ahora,

era tiempo de mieses y de uvas.

 

Las hijas nos llegaron con los soles

dorados y radiantes del estío.

Andrea fue primera, Delia luego,

María Hilda fue al final de nuestro nido.

 

Años fueron de esfuerzos compartidos,

de alegrías y penas,

una bolsa de cal, otra de arena,

aceptando las leyes de la vida.

 

Así pasan los años,

con el tiempo las cosas se analizan de otro modo.

El devenir de aurora nos enseña,

Que se nace de nuevo en cada otoño.

 

Y esto es así, porque al llegar ahora

al final de mi otoño calendario,

vuelvo a sentir los años primavera,

en mis hijas de nuevo reflejado

 

Entonces, me doy cuenta que 

he alcanzado la meta que marcaba mi destino.

Vivir, morir, para nacer de nuevo

al llegar al final de mi camino.

(Hilda Martínez Viademonte)

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14/02/2015