Jueves 25 de abril | Mar del Plata
26/01/2015

Demoliendo ideas: ¿Para qué sirve la filosofía?

“Que la filosofía no sirve para nada no es algo negativo para los que hacemos filosofía”, sostiene Darío Sztajnszrajber, quien presenta un libro que muestra a la filosofía en movimiento cotidiano.

Demoliendo ideas: ¿Para qué sirve la filosofía?
(Foto Lucho Gargiulo).

“La militancia por una filosofía improductiva es toda una manera de hacer una política contra el utilitarismo cotidiano”, explica el filósofo, docente y escritor Darío Sztajnszrajber, autor del libro ¿Para qué sirve la filosofía? (Pequeño tratado sobre la demolición), que este lunes a las 21 presentará en el hotel Costa Galana, con entrada libre y gratuita, en el marco del ciclo Verano Planeta.

¿Para qué sirve la filosofía? es un libro que muestra a la filosofía en movimiento cotidiano, en las calles, los barrios, los colectivos, en la gente. Porque la gente, aunque no lo creamos, piensa y busca conocimiento, busca saber, sin darse (o darnos) cuenta filosofea (filosofamos). Darío, junto a su apellido impronunciable, recorre la historia del pensamiento occidental demoliendo ideas y conceptos en busca de una respuesta que tal vez no exista o, que si existe, no es más importante que la búsqueda misma.

-La primera pregunta casi que se desprende directamente del título del libro: ¿Para qué sirve la filosofía?

-El título lleva esa ironía que siempre se ha pensado a la filosofía como algo inútil, una pérdida de tiempo, un delirio; como una zona de nuestro pensamiento que en realidad no suma, sino que al cuestionarla y llevar la pregunta a una abstracción improductiva termina generando más distracción que concentración en la resolución de temas concretos. Pasa que la filosofía está justo ahí, en ese intento por pensar que podemos conectar con la realidad de un modo diferente al modo utilitario. Que la filosofía no sirve para nada no es algo negativo para los que hacemos filosofía: rescatar una zona de la existencia más bien improductiva que cuestiona el porqué de todo tiene que servir para algo. O que cuestiona la productividad de las acciones y sobre todo evidencia que la productividad se mueve con ciertos propósitos, con ciertas lógicas conveniencias, entonces, de algún modo, la militancia por una filosofía improductiva es toda una manera de hacer una política contra el utilitarismo cotidiano.

-En estos tiempos de un mundo obsesionado con lo material, el éxito, lo utilitario ¿tomarse un tiempo para pensar, es un modo de resistencia pacífica?

-Yo creo sí, no sé si pacífica, pensar es de una violencia metafórica fuerte , sobre todo cuando uno se da cuenta cuan enajenado está. No solo por las cosas que hace, sino en las matrices, en las lógicas desde donde uno piensa las cosas: desde un matrimonio hasta un fanatismo por el fútbol, ni hablar de la política o religión. Si uno parase un poco, la filosofía tiene mucho de esta metáfora futbolística, de parar la pelota; cuando uno levanta la cabeza, mira y ve que las cosas no solo se despliegan de un modo, hay múltiples formas en que pueden desplegarse, pero hay formas hegemónicas, dominantes, que de algún modo uno cree que son las únicas.

-¿La filosofía reacciona a esas formas hegemónicas?

La pregunta de la filosofía es siempre la pregunta por el porqué, que como pregunta lo que hace es tirar abajo la idea de que las cosas pueden ser solo de un modo. El porqué muestra todas las alternativas posibles, claramente la economía de vida del ser humano entra en una especie de vértigo cuando tiene múltiple perspectiva, lo ha hecho a lo largo de la historia: preferir la seguridad y la estabilidad en una respuesta única a ese esfuerzo que significa lidiar con nuestras propias diferencias. Eso es lo que busca la filosofía, entiende que un mundo así es un mundo más diverso y más libre; no sé si más feliz en los términos que nuestro sistema imperante entiende la felicidad, porque la filosofía cuestiona la idea única de felicidad, puede ser un mundo más angustiante, pero sin dudas más emancipado.

-En el libro mostrás a la filosofía en lo cotidiano de la vida, mostrás personas pensando en sus propias cuestiones, abstraídos un poco del mundo ¿Existe diferencia entre pensamiento filosófico y pensar boludeces?

-Es para discutir qué es lo que hace a la “profesionalidad” de alguien que se dedica a la filosofía. Pasa por muchos otros aspectos, si definimos a la filosofía como la capacidad de cuestionarlo todo, todos tenemos la capacidad y la disposición de hacer filosofía. El que estudia filosofía estudia sobre todo la historia de la filosofía y el modo en que los pensadores han trabajado estas preguntas, y se nutre de toda una serie de categorías que hacen que esas preguntas tengan otro rigor o profundidad. Incluso te diría al revés, que muchas veces estudiar mucho le quita a la pregunta espontaneidad, porque como que la condiciona, la predirige, muchos eruditos de la filosofía no terminan haciendo otra cosa que repetir ideas de otros, copiadas y pegadas.

El hecho filosófico en sí es como la creación del concepto; yo en ese sentido soy bastante laxo, por algo me dedico a la divulgación de la filosofía, en el sentido de que me parece que es una actividad que puede hacer cualquiera, lo que la diferencia de la profesión filosófica es hacer una carrera, estudiar los filósofos y manejar los códigos. Es como la diferencia entre alguien que sale a correr o se dedica al atletismo de manera profesional, cualquiera puede correr. Y en la filosofía pasa lo mismo, cualquiera puede preguntarse las grandes cuestiones existenciales, de hecho lo hacemos, después uno puede dedicarse a la filosofía. Lo que sí, no todo el mundo por pensar filosóficamente se convierte en filosofo.

-¿Qué preguntas te siguen quitando el sueño?

-Las mismas preguntas de siempre. Parecería que uno con los años se va aburguesando y sin embargo esas preguntas siguen teniendo vigor. Las dos preguntas más fuertes siguen siendo las mismas ¿Por qué las cosas son como son? Esa es terrible. Que las cosas sean así y no de otro modo, que hayamos ido configurando las cosas de ese modo. No digo un calefón, o también ese calefón. Sería la pregunta por el origen. Es una pregunta que a mí me desvela. La otra es la contraria ¿Por qué todo termina? ¿Por qué todo tiene que terminar? ¿Y por qué ese fin es irreparable e imposible?

-¿Por dónde se le puede entrar a la filosofía sin salir espantado?

-Creo que hay que ir a los autores de siempre, pero investigar por dónde hay que arrancar. A Nietzsche hay que leerlo. Hay un pequeño texto: Sobre verdad y mentira en el sentido extra moral, que estaría bueno empezar por ahí o su famoso Ecce homo, que hace un repaso por todos sus libros. Derrida es un autor increíble, es muy complejo, pero se lo puede leer en entrevistas; hay un libro llamado Y mañana qué que está buenísimo, que tenés al Derrida que habla. De Foucault tenés los libros que son complejos, pero tenés los seminarios que son más accesibles. Y ni hablar los clásicos, El Banquete de Platón y su Tratado sobre el amor es obligatorio para dejar de creer en el amor.

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26/01/2015