Viernes 26 de abril | Mar del Plata
11/11/2018

Base Naval: de luchar por la libertad a vivir “una soledad muy grande”

Susana Kowaldo estuvo secuestrada durante 20 días en la Base Naval en febrero de 1978 y tres de sus amigas continúan desaparecidas. “Defendí mi vida”, expresó al declarar en el juicio por delitos de lesa humanidad.

Base Naval: de luchar por la libertad a vivir “una soledad muy grande”
(Fotos: archivo / QUÉ Digital)

Febrero de 1978. Susana Kowaldo acababa de ser nombrada en el Hospital Posadas de Buenos Aires a partir de sus recientes estudios que la habían convertido en bioquímica. Durante un fin de semana de aquel verano realizó un viaje hasta Mar del Plata con dos amigas – de militancia en Montoneros- y la hija de una de ellas. A las pocas horas de haber llegado y pasado por la playa, Susana y sus amigas fueron secuestradas. Ella, tras 20 días de cautiverio en la Base Naval, logró ser liberada, pero sus dos amigas y la joven de 16 años permanecen desaparecidas.

El testimonio de Susana Kowaldo se escuchó días atrás en el juicio que se lleva a cabo en el Tribunal Oral Federal de Mar del Plata desde abril pasado por delitos de lesa humanidad cometidos dentro de la Subzona 15 y en “La Cueva” y la Base Naval.

De acuerdo a la acusación, Susana Kowaldo, María Adela Chiappe, Amanda Virginia Prato y María Gabriela Leguizamón fueron ilegalmente detenidas el 12 de febrero de 1978 en la vía pública por personal de las fuerzas armadas: fueron subidas a dos vehículos y trasladadas a la Base Naval, donde fueron alojadas clandestinamente en las dependencias de Buzos Tácticos. Y días después, fueron conducidas al centro clandestino de detención que funcionaba en la Escuela de Suboficiales de Infantería de Marina (ESIM) y alojadas en lo que se llamaba “El Polvorín”.

Por estos hechos en el proceso se encuentran imputados los militares Virton Modesto Mendiaz, Jorge Luis Toccalino, Norberto Benito Stura, Alfonso Eduardo Nicolás, Jorge Horacio Bardi, Ernesto Davis, Héctor Raúl Azcurra y Osvaldo Gaspar Siepe; el prefecto Néstor Ramón Eduardo Vignolles; y los médicos Raúl Enrique Pizarro y Miguel Ángel Domingo Parola.

“¿Están preparados, no? Porque es largo”, advirtió Susana Kowaldo en el arranque de su declaración ante los jueces Roberto Falcone, Mario Portela y Alfredo Ruiz Paz que llevan adelante el proceso.

JUICIO LESA HUMANIDAD MEGA CAUSA SUB ZONA XV  (3) tof

 EL SECUESTRO  

Su relato comenzó en el momento en que Chiappe –a quien había conocido hacía poco tiempo y con quien habían entablado una amistad- la invitó a que la acompañara junto a Amanda Prato a Mar del Plata, adonde tenía que venir a encontrarse con una conocida, también militante de Montoneros.

Cuando llegaron a la ciudad el domingo 12 de febrero Chiappe se bajó para ir al encuentro en una confitería y Susana junto a su amiga y la joven de 16 años fueron a la playa. Antes de separarse, Chiappe les había dado la dirección de una amiga por si a ella “le pasaba algo”.

Tras la jornada de playa, alrededor de las 17, y mientras se cambiaban arriba del auto, Susana, Amanda y María Gabriela fueron secuestradas. “Se subieron dos personas, arrancaron el auto y a unas cuadras a Amanda y a mí nos pasaron a un Ford Falcon”, recordó la mujer en el marco del juicio y repasó que fueron dos los lugares en los que la mantuvieron cautiva durante 20 días.

Sobre el primer lugar, Susana recordó que la pusieron en una habitación con luces, tirada en el piso. Y también, encapuchada, la ponían contra la pared y la interrogaban sobre su vínculo con las otras mujeres.

Un día, y mientras seguía en ese primer lugar, Susana escuchó a Chiappe a pocos metros de distancia. “La torturaban salvajemente y después venían a interrogarme a mí”, recordó y también en su testimonio aportó que fue asistida por personal médico cuando tenía “muchos dolores”.

Según su relato, pasados los días, le anunciaron que la liberarían. “En un momento me dicen que me saque la capucha, que los tenía hartos y podridos y que me iban a dejar en libertad”, declaró y contó que al día siguiente fue trasladada al segundo lugar, que resultó ser el centro clandestino de detención que funcionó en la ESIM.

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“Un día me traen el almuerzo, eran ravioles con pollo, y veo que el plato tenía el escudo de la Base Naval, de la Marina. Y empiezo a escuchar el mar. Ahí me doy cuenta de que estoy al lado del mar”, referenció entre otros detalles sobre el lugar en el que estuvo en segundo término.

También recordó que en aquel lugar y ante un nuevo interrogatorio les dijo a los militares “que era bioquímica, que justo la habían nombrado en el Hospital Posadas y que le habían cagado la vida”.

 LAS TORTURAS 

Durante una de esas jornadas a Susana le pareció sentir la voz de su amiga Amanda Prato. Entonces, como a veces las hacían barrer, le preguntó al guardia si podía verla.

“No sólo estaba Amanda sino que estaba Gabriela también. Cuando la vi a Amanda la habían torturado, estaba toda golpeada”, describió la mujer ante los jueces y remarcó que tras aquel encuentro tuvo “la esperanza de que ellas iban a salir” y luego lamentó: “Nunca pensé que las iban a matar, porque para mí las tiraron al mar”.

En ese tramo de su declaración recordó que el proceso de tortura contra Chiappe, a diferencia de lo que ocurrió con ella -a quien, según expuso, nunca la tocaron- “era muy cruel” y señaló que “nadie puede sobrevivir a una tortura así”: “Los gritos que pegaba esa mujer cuando la estaban torturando eran terribles”.

Asimismo, sobre las otras dos mujeres, explicó que al momento de verlas notó que a Amanda la habían golpeado en la cara y que a “Gabriela no la habían tocado”.

 LA LIBERACIÓN 

Tras algunos episodios de crisis por el anuncio de una liberación que no llegaba nunca cumplirse, finalmente Susana fue dejada en libertad, previo a que la trasladaran nuevamente al lugar donde estuvo secuestrada en primer término.

Durante su declaración en el juicio, la mujer contó que le dieron instrucción precisas sobre qué debía hacer y qué no.

“Me dijeron que me iban a dejar en la terminal de ómnibus y que me daban plata para que me tomara un taxi cuando llegara a Buenos Aires y que no podía hablar con nadie ni bajarme en todo el trayecto”, explicó y señaló que así fue como todo se desarrolló. Y en un momento puso de manifiesto que “no sabía si me iban a fusilar en la puerta de mi casa, porque eso hacían también”, según dijo.

 LA SOLEDAD EN EL DESPUÉS  

Durante casi un mes no podía mirar de frente cuando hablaba con la gente, como estuve tanto tiempo con la capucha, miraba para abajo”, expresó Susana en un tramo de su testimonio y recordó que tras su liberación y luego de viajar a Córdoba tomó contacto con un psiquiatra y fue medicada.

“Se hablaba muy poco”, dijo, respecto a lo que había vivido y a lo que muchos seguían padeciendo en el marco de la dictadura y señaló que ella no tenía “ninguna militancia ni participación política”.

Asimismo, la mujer reparó en que desde el momento de su liberación empezó a vivir “una soledad muy grande”. Y, de todas maneras, respecto al tiempo que permaneció secuestrada, destacó: “Peleé y luché por mi libertad, cosa que lamentablemente mucha gente no pudo hacer. Defendí mi vida”.

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