Miércoles 08 de mayo | Mar del Plata
14/12/2019

Yanícola: el actor, director y dramaturgo que dejó un legado cultural

Especial | Anuario 2019

Yanícola: el actor, director y dramaturgo que dejó un legado cultural
(Foto: Gustavo Bonecco)

Alguien tan fiel a los ciclos, a la ironía y a las vueltas de la vida como Guillermo Yanícola se fue de gira -como se dice en el mundillo artístico- después de luchar contra un cáncer un 1 de septiembre. Ese domingo el actor, director y “jardinero” en dramaturgia hubiese festejado sus 53 años.

En ese momento se estaba desarrollando por tercer año consecutivo el Festival de Teatro Independiente que ahora lleva su nombre, por iniciativa de la Asociación de Trabajadores del Teatro de la Región Atlántica (Attra) porque Yanícola no sóoo actuó y dirigió obras, sino que también las escribió. A su vez, años atrás había creado junto a la actriz y directora Olivia Diab, en clave humorística los premios “Concha off” para el ámbito independiente en paralelo a los históricos “Estrella de Mar”.

“Otra vez me encargan escribir sobre Guillermo. Se me ocurren algunas ideas ‘para contarlo’ pero, esta vez, no logro plasmarlo en la hoja”, compartió Olivia Diab para Qué digital, un sábado mientras sonaba de fondo Leo Masliah en El Argentino Bar.

“Le hubiera encantado estar aquí, supongo, escuchándolo a Leo, tan virtuoso como él. Es que Guille es un capo en todo lo que se propone. Cuando en La Banda de los Ausentes se presenta como ‘un grupo de músicos que nos encerramos a ensayar durante 39 años’ yo me pregunto si todas esas melodías que toca y canta, todas esas composiciones, si todos esos espectáculos, todas sus ocurrencias, todo ese humor, todo ese amor, le habrá llevado a Guille toda esa cantidad de tiempo”, describió la actriz y directora que compartió 23 años con el director y dramaturgo.

Y en este sentido, agregó: “Siempre me pregunto de dónde saca Yanícola tiempo para hacer todo lo que hace y encima de manera genial, y además ocupándose de estar presente en las redes virtuales y sociales, y dando clase, y estudiando y leyendo muchísima información que luego ofrece desinteresadamente en las clases y también en las redes, y los mil ensayos semanales, y escribir, y reunirse, y estar siempre informado sobre la política local, nacional e internacional. Es una maravilla. Y toda esa sensibilidad”.

“Guillermo tiene la facultad de ver las cosas desde otro ángulo, casi diría que ve las cosas al revés. Y hace bien, hace muy bien. Parafraseando al flaco Spinetta, puedo asegurar que él -Guillermo, su obra- tiene la capacidad para ‘dar a luz a su madre por primera vez’ cada vez que piensa, elabora y estrena (siempre estrena) un espectáculo. Guillermo tiene la particularidad de ver frentes donde no hay, escenarios donde no hay (por no decir ‘en todos lados’) y dramaturgia en donde no hay (en todas las cosas). Te voy a decir una cosa: (mostrando una cosa dice) esto. Y su música…”.

“Hoy un colibrí se detuvo a un metro de distancia sobre mi cabeza, por unos instantes. Quieto y aleteando a todo corazón, sobrevoló mi centro y pió dos veces durante el tiempo que yo solo alcancé a decir ‘oh!’ y pensar cuán afortunada soy en que me sucedan estas maravillas (o alucinaciones). Sentí una emoción inmensa porque me pareció que el pajarillo me estaba observando atentamente e incluso me había hablado. Después pensé: ‘Me gustaría contarle esto a Guille’”, compartió Diab en su blog, en un un pequeño relato al que llamó “Zenit”.

Luego al entrar en Facebook, la directora encontró un fragmento que señalaba: “El colibrí se conoce como un mensajero y guardián del tiempo. También tiene significados de amor, alegría y belleza (…). El colibrí tiene un significado espiritual muy poderoso. En los Andes de América del Sur el colibrí significa reencuentro con alguien que ya no está”. Entonces, alucinó y deseó: “Era Guille, el colibrí era Guille”. Y acto seguido Olivia Diab entro en el blog teatroyanicola.blogspot.com y leyó varias notas. “Decido que a lo mejor en vez de escribir sobre Guille podría enviarles algo que escribió él mismo”, sintetizó.

“LO SERIO Y LO SOLEMNE”,  DE GUILLERMO YANÍCOLA

Miércoles 24 de febrero de 2016

El teatro serio es serio a fuerza de desparpajo, libertad, humor, creatividad y buena factura dramática. El teatro solemne edifica una máscara de seriedad en base a la solemnidad. Precisamente porque carece de desparpajo, libertad, humor, creatividad y buena factura dramática.

Es por eso que el teatro solemne se proclama serio: porque no lo es, e intenta usurpar el lugar de la seriedad a puro golpe de aburrimiento. Elije obras “serias”, autores “serios” pero en sus manos todo este material (aunque sea bueno) pierde sustento y se convierte en solemne.

Pero, rara paradoja, lo solemne vende. Convence jurados. Muchas veces los jurados votan al teatro solemne porque lo confunden con el teatro serio. Muchas veces los críticos también. Muchas veces el público también. Muchas veces los actores también, y eligen un director solemne, o participar en un proyecto solemne, porque lo consideran serio, sólo por eso.

El teatro serio es el que está seriamente hecho. Puede ser una comedia o una tragedia, puede ser Shakespeare, o Brecht, o una obra de Ibsen, o un paso de comedia urdido por toscos comicastros. Y puede ser una cosa seria.

El teatro solemne pretende lo que nunca será, intenta la seriedad por su falta. Por eso generalmente busca refugio en los grandes nombres, nunca se le ocurriría un paso de comedia urdido por toscos comicastros. Siempre va por Shakespeare o Brecht, o una obra de Ibsen. Pero con eso no resolverá en nada su falta de seriedad. El teatro solemne nunca es serio. Pero vende la apariencia de lo serio.

No hay nada menos teatral que la solemnidad.

La comedia surge como una parodia de la zona solemne de las tragedias.

Nada más serio que reírse de la solemnidad.

Porque la solemnidad es tomarse demasiado en serio, darse demasiada importancia.

Y eso no es serio.

La seriedad bien entendida consiste en ser serio teatralmente no dependiendo del estilo o género de la obra, entregando todo en los ensayos y en la cancha. Yendo hasta las últimas consecuencias con la búsqueda, con la creación, con el juego. No jugar a medias, como decía Pavlovsky.

Los niños son serios, juegan muy seriamente, nada más serio que un niño jugando. Pero nunca son aniñados, ni falsos. Juegan de verdad. No mienten. Cuando lloran,lloran con todo el cuerpo, cuando ríen,ríen de verdad. Pueden pasarse horas concentrados jugando con una caja de cartón, imaginando historias, cuando el adulto los llama para comer, no quieren venir, porque deben interrumpir su juego, que es sagrado. Un juego sagrado. Un tiempo fuera del tiempo.

Así entiendo yo la seriedad en el teatro.

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14/12/2019