“El cuidado de los otros”, primera argentina en la Competencia Internacional

El filme, dirigido por Mariano González y protagonizado por Sofía Gala Castiglione, es uno de los tres nacionales que competirán por el Ástor de Oro en el Festival de Cine.

(Fotos: prensa MDQ Film Fest)

Por: Mariano Taborda

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Luisa (Sofía Gala) trabaja en una fábrica, es estudiante y, como ingreso extra, cuida chicos. Llega a trabajar, la madre del chico le da unas indicaciones, le dice que Felipe duerme y se va a su trabajo. Luisa aprovecha para acomodar el departamento. En un descuido, cuando saca la basura, la puerta se cierra y queda del lado de afuera. Intenta de todas las formas posibles reingresar hasta que acude a su novio y a una copia extra de la llave. La calma se recupera, logra entrar y verifica que el niño aún duerme. En los momentos siguientes, por una confusión, el niño sufre una complicación médica. A partir de ahí, la película se construye en torno a la culpabilidad, la salud del niño y las repercusiones que desata en Luisa el hecho desafortunado.

La máxima tensión, a modo de suspenso, se da en la primera mitad de “El cuidado de los otros”. Luego, trabaja con los sentimientos de los personajes. Ahí está lo más destacado del filme. Hay un vínculo a la vez sólido y a la vez extraño entre la niñera y el niño. No se trata solo de una changa como cualquier otra. Hay en el cuidado una forma de amor. El personaje de Luisa no sufre por la pérdida del trabajo ni por las consecuencias que el acto negligente pueda tener en su situación legal o la de su novio, sino porque la relación estrecha que tenía con Felipe está destruida. Ya no hay a quién cuidar.

Las actuaciones están bien. Sofía Gala Castiglione transmite sin estridencias, sufre pero sin exageraciones burdas. Párrafo aparte merece el niño que interpreta a Felipe. En los escasos momentos en que aparece, hace todo bien. Juega y luego se descompone con total naturalidad.

En el plano estético la película es del montón. Tiene una búsqueda cercana al nuevo cine argentino: economía de recursos, planos sobrios, colores pálidos. Lo que a comienzos de siglo era una postura visual y política que rechazaba el ornamento artificioso del cine pasatista y de la decadencia cultural, hoy no es más que la repetición poco inquieta de recetas que funcionaban bien.

Algunas actuaciones son sólidas (otras no) y la narración es prolija. Una película que no desentona pero que tampoco despierta gran entusiasmo.