“Los sonámbulos”, tercera argentina en la Competencia Internacional

La película, dirigida por Paula Hernández, se proyectó este sábado en el marco del Festival de Cine. A partir del próximo jueves, podrá verse en las salas comerciales.

(Fotos: prensa MDQ Film Fest)

Por: Mariano Taborda

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La directora traía alguna buena película anterior. El elenco prometía: Érica Rivas, Luis Ziembrowski, Daniel Hendler. El filme no solo estuvo a la altura, superó las expectativas. Probablemente los premios a Mejor Película y a Mejor Actriz se los lleve “Los sonámbulos”.

La cámara, en primer plano, muestra al personaje de Luisa (Érica Rivas) durmiendo. Hay un gran detalle en el sonido: se escucha el agua en la casa y el agua que está en el sueño de Luisa. Alguien abrió la canilla de la bañadera. Busca por los ambientes hasta que encuentra a su hija adolescente, desnuda, de pie. Al sonambulismo, que la madre ya conocía, se suma el descubrimiento de la primera menstruación. La escena es inquietante y funciona como una suerte de prólogo. En la escena siguiente, Luisa junto a Emilio (Luis Ziembrowski) y Ana, llegan a la casa de campo de la madre de él para pasar las fiestas. Un hermano de Emilio (Daniel Hendler) y una hermana con sus respectivos hijos conforman el grupo que vivirá el infierno que puede ser una familia.

Los lazos familiares están un poco corridos, no rotos del todo. La hija está en su mundo, siempre con el teléfono en la mano, los padres intentan acercarse con ternura pero no llegan a comunicarse con fluidez. Luisa tiene más confianza con el cuñado que con su pareja. Entre Luisa y Emilio hay una gran distancia pero un lazo aún los une. La tensión general (sumada a la figura fuerte de la abuela) entra en crisis manifiesta con la pulsión sexual que cruza a los personajes. Un sobrino joven, que vive solo y volvió hace poco, es el elemento que hará tambalear el frágil sostén familiar.

Además de Ana, la abuela también es sonámbula. Y ese padecimiento, de modo simbólico, atraviesa a todos. Un intersticio entre el sueño y la vigilia. Un lugar de inmovilidad. La resistencia a entregarse al sueño y liberar las barreras. El sueño, la noche, son las instancias en que los miedos afloran.

Las actuaciones son destacadísimas. Daniel Hendler aporta gran frescura y naturalidad. Ornella D´Elía, la joven Ana, es un hallazgo. Actúa con lo que no dice, lo que se guarda. Tiene un gran futuro. Y Érica Rivas está muy bien, como siempre. Es difícil después de un personaje tan popular como el de la novia en “Relatos salvajes” interpretar a una mujer desequilibrada emocionalmente sin caer en repeticiones. El espanto lo lleva en la mirada. Y solo grita unas pocas veces. Una interpretación inspirada.

El trabajo de Paula Hernández tiene muchísimos aciertos. El punto de vista es incisivo: la cámara está con Luisa y con Ana; sus nucas cuando caminan o de frente en primer plano. Las escenas de comidas familiares, con todos los personajes en escena, logran la verosimilitud del pequeño caos y la superposición de planos. Maneja muy bien el fuera de campo: el lente solo tomo una parte menor de todo lo que ocurre, a partir del sonido que llega desde los otros puntos de la mesa y de un gran montaje, da la sensación de verlo todo.

Los únicos momentos que no están a esa altura de pericia técnica son algunas iluminaciones en las caras de los personajes que parten de una fuente de luz que es muy difícil entender de dónde proviene. Es un detalle algo forzado que atenta contra la sensación general de naturalidad.

“Los sonámbulos” es una muy buena película. Tiene reminiscencias a “La ciénaga” de Lucrecia Martel. El ritmo no afloja nunca en la hora cuarenta de duración. Es muy probable que se lleve varios de los premios de la Competencia Internacional y serán merecidos.