“La virgen de agosto”, película española en la Competencia Internacional

Este viernes por la mañana fue la primera proyección del filme dirigido por Jonás Trueba. Es su segunda participación en el Festival de Cine de Mar del Plata.

(Fotos: prensa MDQ Film Fest)

“La virgen de agosto” es la segunda película española en Competencia Internacional. La que abrió la sección, el domingo, fue “O que arde”. Solo comparten la pertenencia a un mismo estado político. La primera está hablada en gallego, tiene el ritmo lento de los pueblos, la lluvia es constante. “La virgen de agosto” transcurre en Madrid, se habla otra lengua, los colores, la idiosincrasia y los conflictos que atraviesan a los personajes no tienen casi puntos compartidos. Podemos decir que el filme de Jonás Trueba más que español, es madrileño.

Madrid tiene un clima espantoso. Algo similar ocurre con Bahía Blanca, en estas pampas. En invierno el abrigo nunca es suficiente y en verano sobra la piel. Los madrileños que pueden escapan hacia destinos más amigables, con playas: Andalucía, la Costa brava o las islas. Eva tiene treinta y tres años, es actriz y decide pasar el agobiante verano madrileño en una casa que le prestan. La narración se estructura como un diario, durante los primeros quince días de agosto.

Eva no trabaja. Sospechamos que vive del paro o de ahorros o de sus padres. El dinero nunca es una preocupación. Hace poco terminó una relación amorosa pero no está mal, tampoco bien. Recorre, durante las noches, los bares. Hace amigas, conoce chicos. Da consejos del estilo de las recomendaciones de los libros de autoayuda. Que hay que animarse o cosas semejantes. El personaje tiene una pequeña búsqueda espiritual new age. Pero no la profundiza ni reflexiona sobre eso. Nada. En el final, aparece un elemento pirotécnico un poco fuera de lugar.

Almodóvar le hizo bien al cine y muy mal a las generaciones posteriores. Hay un trabajo con los colores vivos, con la saturación que ya hemos visto mucho en las películas españolas. Todo es perfecto en la composición. Eva siempre maquillada, bien peinada, perfecta. Una perfección acartonada, lejos de lo humano. Y es linda. Una belleza que aburre.

“La virgen de agosto” de Jonás Trueba, novena película de la competencia, es un proyecto un poco vacío, demasiado liviano. Si fuera una crítica a la decadencia de la pequeña burguesía parasitaria europea, sería más interesante. Pero no. Eso es lo que tiene para ofrecer.