Sábado 18 de mayo | Mar del Plata
18/10/2014

Orgullo de compartir

Nora tiene 55 años y es madre de dos jóvenes de 22 y 25. Está convencida de que “los hijos indefectiblemente mejoran a los padres como personas”. Dice que prefiere escuchar y acompañar, antes que opinar.

Orgullo de compartir
(Foto: Lucho Gargiulo)

Para Nora, ser madre de dos jóvenes es más que una filosofía de vida. Sabe escuchar, los acompaña y solo interviene cuando siente que el camino que tomaron no es el correcto. Si no, “que hagan su vuelo”.

Gustavo tiene 25 años y “es el más pegote”. Valentina, de 22, es a veces más distante. Pero el vínculo que los une a los tres, es único. Nora Fernández Aráoz está lejos de ser una mujer estructurada. Tiene 55 años, es bióloga y asegura tener un “muy buen diálogo” con sus hijos. “La madre, es la madre”, aclara y remarca que el vínculo, simplemente es “irremplazable”.

Con el paso de los años su rol como madre cambió. De parirlos y cuidar de ellos durante su infancia, hoy puede compartir mucho de su vida con ellos, ya que ambos están camino a convertirse en adultos, aunque igualmente la siguen llamando “mamucha” (él) y “chuli” o “chula” (ella).

Nora está convencida de que la relación con los hijos es “asimétrica” y reconoce con una sonrisa que con ellos se “divierte muchísimo”. También con los amigos de ambos, con quien aprendió a compartir. “Me quedo un rato con ellos cuando vienen a casa, pero cuando me doy cuenta de que es el momento de irme, me voy”, asegura.

El sexo nunca fue un tabú en la casa de Nora. Cuenta que siempre habló del tema con sus hijos y advierte que la clave está en “poder encontrar una respuesta acorde”. Luego, “si necesitan saber más, me van a volver a preguntar”, aclara.

Nora es consciente de que no existe la fórmula mágica para lograr el éxito de la maternidad. “Siempre nos van a encontrar a mí y a su papá un montón de defectos en el modelo de padres que somos, pero la obligación de ellos no es quedarse en la queja, sino ver cómo mejorar ese modelo”, analizó.

Escuchar y acompañar. Ese es otro de los puntos clave según Nora para ser una buena madre o al menos para lograr tener un vínculo abierto con dos hijos casi adultos. Por eso, cuenta: “Yo los acompaño a volar y los voy mirando. Pero si veo que se van a estrellar, abro la boca… y si no, hacen su vuelo”.

Pero como Nora conoce mejor que nadie a sus dos hijos, con solo verlos entrar a su casa sabe si algo les pasa. “Ya por la cara que tienen me doy cuenta”, dice. A partir de allí, pueden pasar dos cosas: “O te cierran la puerta y no quieren hablar, o te la abren. Pero en el momento en el que la abren, hay que parar el mundo y estar concentrado ahí”. Sin embargo, admite que “muchas veces como madre tenés que morderte la lengua a la hora de hablar”.

Hace más de 20 años que la vida de Nora cambió por completo. Hoy atraviesa “una etapa distinta” en la que aprendió a disfrutar “de otras cosas”. Pero de algo está convencida: “Los hijos indefectiblemente mejoran a los padres como personas”. Y ver que esa sensación va acompañada de las grandes personas en las que se han convertido sus hijos, es sin dudas la mayor satisfacción de su vida.

Por eso siempre busca escuchar antes que opinar. “La madre es la madre, y yo los amo”, dice con una notable convicción. Está claro que daría su vida por ellos. Lo hubiese hecho cuando eran niños, lo haría hoy que están convirtiéndose en adultos y sabe que siempre estará para lo que ambos necesiten.

Es que, “ver que son buenas personas es un logro importante de la familia”, y es precisamente debido a ese logro que hoy Nora puede compartir sus vivencias con Gustavo y Valentina, los dos seres que desde hace años cambiaron su vida, y que son el motivo de cada uno de sus esfuerzos y el orgullo más sano que como madre podría experimentar y sentir.

Ver más:

18/10/2014