Viernes 26 de abril | Mar del Plata
08/03/2021

Día de la Mujer: ante las falencias del Estado, redes de contención en los barrios

“Nuestro rol es estar cerca y cumplir con el rol que no cumple el Estado”, compartieron con Qué digital las referentes de barrios del norte y sur de la ciudad que acompañan a víctimas.

Día de la Mujer: ante las falencias del Estado, redes de contención en los barrios
(Fotos: archivo / Qué digital)

En el Día Internacional de la Mujer se conmemora la lucha que las mujeres fueron impulsando a lo largo de la historia, en busca de igualdad de derechos. Sin embargo, este 8 de marzo la violencia de género y las falencias del Estado para asistir a las víctimas son dos de los principales reclamos que aparecen entre las consignas, para evitar que sigan aumentando las cifras de femicidios.

De un tiempo a esta parte, la fuerza del movimiento feminista logró que socialmente se dejara de hablar de “crimen pasional” cuando un hombre que mantenía un vínculo con una mujer la asesinaba. Y aunque el término se desarrolló en la década del ‘70, en Argentina recién comenzó a tomar mayor notoriedad a partir del asesinato de Wanda Taddei en 2010 a manos de su pareja Eduardo Arturo Vázquez, exbaterista de la banda Callejeros. Este caso puso en primer plano la violencia de género en nuestro país y dos años más tarde se sancionó la ley contra los femicidios.

Femicidio es un concepto que comenzó a utilizarse en 1976 ante el Tribunal Internacional de los Crímenes contra las Mujeres en Bruselas, aunque dos años antes ya había sido desarrollado por la escritora estadounidense Carol Orlock. En el 2020, en Argentina se registraron 300 femicidios y femicidios vinculados de mujeres y niñas, de los cuales 184 fueron cometidos por parejas o exparejas, de acuerdo al informe de investigación que realizaron desde el Observatorio de femicidios en Argentina “Adriana Marisel Zambrano” coordinado por la asociación civil La Casa del Encuentro.

Antes las mujeres se callaban y por culpa hasta ocultaban el sufrimiento que vivían puertas adentro. Sin embargo, gracias a las organizaciones feministas y populares, son cada vez más quienes se animan a denunciar a sus parejas o exparejas. Pero salir del círculo de la violencia es mucho más complejo de lo que se piensa y más aún si no se cuenta con los recursos para atravesar el laberinto burocrático que ofrece el Estado para asistir a una víctima.

La pandemia de coronavirus y las medidas de aislamiento expusieron aún más a las mujeres. Durante las restricciones de circulación desde Mumalá y el Observatorio de la Multisectorial de la Mujer de Mar del Plata (Ofemmm) señalaron que en todo el país se registraron más de 191 femicidios.

Por la crisis, en nuestra ciudad surgieron los Comités Barriales de Emergencia (CBE) para asistir a las familias que más lo necesitaban. Y con el apoyo de la Universidad Nacional de Mar del Plata, las vecinas de los diferentes barrios pudieron sumar herramientas y de esta forma se logró conformar una red de acompañamiento, voluntario y sin recursos asignados. Así, en los comedores y merenderos no solo se ofrece comida, sino que se brinda la contención que necesita una mujer que busca la forma de salir de la violencia económica, psicológica o física a la que está sometida, a veces sola, y muchas otras con hijos e hijas.

Pero, ¿cómo se trabaja la contención en los barrios? ¿Cuáles fueron las principales problemáticas detectadas durante la pandemia y las medidas de aislamiento? ¿Y los obstáculos? ¿Qué hace falta en términos de presencia e intervención del Estado?

Ante este escenario, Qué digital conversó sobre la problemática con Marianela Arce y María Inés Benítez, dos referentes que se ocupan de asistir a mujeres víctimas de violencia de género en barrios del norte y sur de Mar del Plata.

SI SUFRÍS O SUFRISTE VIOLENCIA DE GÉNERO, PODÉS DENUNCIAR

CUMPLIR EL ROL QUE NO CUMPLE EL ESTADO

Marianela Arce es responsable de género en los Comités Barriales de Emergencia de la zona norte, que comprende a los barrios Parque Camet, Félix U. Camet, Las Dalias, Corredor Norte, Aeroparque y Alto Camet. Su militancia comenzó luego de que su cuñada, Mirian Flurin, fuera asesinada en febrero de 2015 y el único acusado por el hecho, su expareja Eduardo Gatto, fuera absuelto en 2016.

En cada uno de los comités barriales hay mujeres responsables de género. Incluso hay comités como el del barrio Las Dalias donde se conformó un gran grupo, entre compañeras y vecinas, que también hace comida orgánica. “Todo sucedió en la pandemia, ahí le empezaron a dar una herramienta a las mujeres para poder independizarse y empoderarse también”, resaltó Marianela.

– ¿Cómo trabajan la prevención en los barrios?

– Lo que nosotras hicimos fue centralizarnos por zonas, armamos un grupo de WhatsApp donde nos pasamos información para contener a las víctimas en caso de violencia de género o violencia familiar. Hay mujeres que sin tener formación son responsables de género y hay otras que ya estamos capacitadas o nos hemos capacitado sobre la marcha, en la práctica.

En esta pandemia lo más acertado que pudo haber acá en Mar del Plata son los Comités Barriales de Emergencia. Al no poder salir al principio nos preguntábamos cómo podíamos hacer los seguimientos de esas mujeres que sufren violencia las 24 horas del día con el agresor, cómo iban ellas a pedir ayuda.

A través de los comedores y merenderos pudimos armar volantes, recurseros. De a poco fuimos saliendo a la calle para asistir con alimentos y a partir de ahí pegamos carteles en las garitas y se repartieron estos volantes a través de las viandas para que las mujeres se acerquen y eso funcionó un montón.

– ¿Cuáles son las principales problemáticas con las que se encontraron?

– Lo que me pasó a mí asistiendo a una víctima- en este caso era el hijo de un matrimonio grande que se quedó sin trabajo y maltrataba al padre y a la madre- fue que esta señora iba a buscar la vianda al comedor y ahí todos los días le preguntábamos cómo estaban y al vernos fue saliendo el tema en la charla. Ahí surgió de ir a hacer la denuncia porque les pegaba y los maltrataba. Cuando volvimos de hacer la denuncia, tuvimos que asistir y acompañar a la mujer al hospital porque el marido resultó herido y a su vez se llevaron a su hijo.

Problemas familiares hubo un montón en la pandemia, también se dio mucho el tema de violencia económica, muchas mujeres se acercaban a decirnos: “No tengo un peso porque me separé”. Hemos acompañado casos que pudieron denunciar pero a su vez nos perguntábamos cómo ayudar a esas mujeres que tienen cuatro o cinco pibes y tienen que sostener solas una casa, sin ningún tipo de ayuda más que una asignación o en ese momento estaba el IFE. También ahí asistimos por violencia de género y contagios covid, fueron un montón de cosas que tuvimos que estar nosotras ahí presentes y muchas veces sustentando a esas familias con plata de nuestros bolsillos.

 – ¿Y los obstáculos?

– Lo nuestro es voluntario, podemos salir a las 8 de la mañana y no tenemos horario de vuelta. Entre que contenemos a la víctima y si están los chicos tenemos que contenerlos, si salieron sin comer tenemos que darles comida, pagar el remis porque te mandan de un lado para el otro.

Hemos renegado con las comisarías de los barrios porque muchas veces no nos han querido tomar la denuncia. No es solo el acompañamiento lo que nosotras hacemos, detrás vienen un montón de cuestiones.

Hemos hablado con (Guillermo) Montenegro porque ellos tienen vehículos que nos pueden poner a disposición. Es para que la víctima se sienta más segura, son situaciones en las que como siempre le digo a mis compañeras “no hay domingos ni feriados; estamos las 24 horas”. Tuvimos reuniones con el Municipio para que nos autoricen una tarjeta para el colectivo, pero no hemos tenido ninguna respuesta. Para los volantes también tuvimos que renegar, si no iba con el logo del Municipio no los hacían y tuvimos que negociar. Nosotras solo queríamos unos volantes con información para poder repartir en los barrios y que la información llegue a esas mujeres a través de los comedores o las escuelas.

– ¿Ante un caso de emergencia a dónde van a denunciar?

– Acá vamos a la comisaría decimoquinta. Una vez eran las once de la noche, fuimos con la víctima en un remis tras sacarla de la casa cómo pudimos, no tenía adonde ir y estuvimos paseando de un lado para el otro porque no nos querían tomar la denuncia. Nos decían que ellos no podían tomar la denuncia, que teníamos que ir a la comisaría séptima y en esa nos dijeron que teníamos que ir a la Comisaría de la Mujer. Pedimos un móvil para que nos traslade porque moverse en remis es muy costoso y la víctima estaba con los chicos, pero no nos dieron un móvil. Es una vergüenza, les pedimos quedarnos para resguardar a la víctima y no sabían qué respondernos.

Una vez por mes tenemos reuniones con la directora de Políticas de Género, pero ellas también hacen lo que pueden, tengo que reconocer que hemos ido con víctimas y nos han recibido porque si no no hacían la denuncia. Enseguida nos ponen abogada y psicóloga a disposición. Hemos trabajado en conjunto. Pero falta mucho presupuesto.

– ¿Qué sienten que falta en términos de presencia e intervención estatal?

– Falta muchísimo, hoy creo que como estamos paradas tiene que salir la ley de emergencia ya. Es necesario que se cumpla. La reforma judicial es lo más importante, tiene que haber policías en las comisarías con perspectiva de género urgente. Somos nosotras las que acompañamos a las víctimas a hacer la denuncia, ahí es donde más sentimos la ausencia del Estado. Somos nosotras las que hacemos las denuncias y acompañamos en los procesos judiciales, somos nosotras las que vamos a las salitas, y transportamos a una víctima desde la casa a hacer la denuncia.

Si va una víctima sola a hacer una denuncia, no la hace. La cantidad de veces que una mujer nos dijo: “Si vos no me acompañabas yo no venía”. Soy testigo de las veces que hemos estado en la Comisaría de la Mujer y las pibas no llegan a hacer la denuncia porque es muy difícil.

En principio, en zona norte lo que el Estado tiene que hacer es poner una guardia de policía en los barrios. Tiene que ser lo principal para atender urgencias. Tenemos que recorrer toda Mar del Plata para llegar a la Comisaría de la Mujer. Si ponen un destacamento, tienen que garantizar un móvil. Cuando las víctimas llaman al 911 les dicen que no hay nada, cuando aprietan el botón antipánico, hasta que llegan ya el agresor se metió adentro, las agredió o se fue. Nos ha pasado que la familia sale a buscarlos en vez de la policía y no corresponde. Faltan un montón de cosas. Si hay leyes, que se cumplan, que tengan eficacia, últimamente no se cumple con las medidas, vamos a pedir botón antipánico y no hay. Van a hacer una denuncia y si no van acompañadas es un desastre. Tendrían que cambiar las leyes y a la primera denuncia de una víctima, el agresor tiene que ir detenido.

“YA NO CREEN EN EL ESTADO, CREEN EN NOSOTRAS”

María Inés Benítez es referente de la sociedad de fomento del barrio Playa Serena y a su vez coordina lo que se denomina Alerta Género dentro de los CBE que integran los barrios del sur, que van desde el Faro hasta Chapadmalal.

La tarea principal es contener en primera instancia a las mujeres que atraviesan situaciones de violencia de género y a su vez, buscar recursos para capacitar a las referentes que se encargan de hacer seguimientos. “Nosotras articulamos con la Oficina en Violencia de Género en Playa Serena, funciona la oficina que depende de la Comisaría de la Mujer, no está las 24 horas pero articulamos para cualquier tipo de denuncia”, apuntó.

– ¿Cómo trabajan la prevención en los barrios del sur de Mar del Plata?

– A raíz de la pandemia se creó el Alerta Género, que contempla a todos los barrios de la zona sur y sur- sur. Yo estoy como coordinadora y hay dos o tres referentas que están en cada Comité Barrial de Emergencia. Realizamos todo lo que tiene que ver con la contención en primera instancia. Inclusive lo que tiene que ver con las capacitaciones para las referentas que están haciendo los acompañamientos, que se organizaron a través de la facultad y de diferentes organismos.

Desde la pandemia hasta el momento llevamos unas 75 intervenciones que significan la escucha, el acompañamiento, el asesoramiento y la derivación en lo que tiene que ver con los organismos municipales, la alimentación y cuestiones habitacionales.

También hemos incorporado algunas cuestiones que tienen que ver con el acompañamiento que tienen los casos con medidas cautelares o restricciones de acercamiento en conjunto con la dependencia policial. Empezamos a incorporar un cuaderno violeta con todo lo que tiene que ver con los oficios de los juzgados de familia -que otorgan los rondines dinámicos- para que el personal policial pueda tener un poco más de acercamiento a las mujeres que están en situación de violencia de género.

– ¿Cómo funciona el cuaderno violeta?

– El juzgado de familia da un oficio que en este caso va a la jurisdicción de la comisaría decimotercera que nos compete a nosotras. La comisaría de por sí tiene que hacer un rondín por la orden que depende del juzgado de familia. Cuando esto sucede, la diferencia es que nosotras desde el Alerta Género de la zona sur y sur-sur hemos tratado de que no sea solamente un rondín dinámico sino que se acerquen a la mujer en situación de violencia de género. Que se acerquen, pregunten cómo está, si tuvo algún inconveniente, si necesita algo. De esta manera tienen un acercamiento un poco más profundo para que la mujer en situación de violencia no se sienta sola.

A su vez, también articulamos con referentas de seguridad que están en el Ministerio de Políticas de Género y Diversidad de la provincia de Buenos Aires y articulamos con programas como por ejemplo el Programa Acompañar -incorporamos a más de 20 mujeres en situación de violencia en este programa-, también articulamos con la unidad sanitaria y la trabajadora social para que podamos solicitar medidas. A su vez, cuando hay una problemática con las niñeces podemos asistir a esa mujer de forma constante con alimentos.

– ¿Cuáles son las principales problemáticas con las que se han encontrado?

– En principio sin lugar a dudas, el acercamiento de lo que tiene que ver el área municipal que se dificulta mucho en lo que es el acompañamiento psicológico, el acompañamiento económico, la falta de cumplimiento de las medidas cautelares que se infringen en un 90%. Esto es algo muy difícil y por eso nosotras empezamos a incorporar este cuaderno violeta.

Encima la víctima tiene que juntar pruebas para que le crean. No basta con que la víctima diga que está siendo sometida a actos de violencia, de hostigamiento, a que les armen perfiles para explotación sexual en las redes sociales. No les creen y mientras se recolectan pruebas su psiquis emocional va teniendo un deterioro terrible y terminan pensando que son culpables de lo que les pasa.

– ¿Y los obstáculos?

– Los obstáculos tienen que ver con lo que debería articular un equipo interdisciplinario del Estado, eso es lo que no llega a los barrios. No llega un equipo con una trabajadora social, una psicóloga, el asesoramiento legal con perspectiva de género. Es lo que muchas veces a las mujeres en situación de violencia las tiene sujetas y realmente sin saber hacia a dónde ir. Esa pata del Estado municipal que debiera ser un equipo interdisciplinario en los barrios no existe. Si no estuvieran los dispositivos voluntarios evidentemente la situación sería mucho mayor, mucho más grave.

– ¿Qué circuito institucional recorre una mujer víctima de violencia de género?

– Desde el 18 de mayo 2020 rige una disposición del Ministerio de Seguridad que establece que todas las comisarías de jurisdicción tienen la obligación de tomar denuncias por violencia de género. Convengamos que falta muchísima capacitación, más allá de la decisión del Ministerio, tiene que ver con el personal porque no todos son empáticos para tomar la denuncia y a nosotras nos genera un trabajo constante. No todos los barrios cuentan con una oficina descentralizada de la Comisaría de la Mujer, la tiene la zona sur y Sierra de los Padres. Nosotras tenemos que articular constantemente con las dependencias policiales para poder explicarles qué tipo de denuncia tienen que tomar, que no la tienen que cosificar, ni hacer una mirada crítica sobre la víctima, que tienen que acompañar. Hay falencias tremendas y aún falta mucho para resolverlas. Dentro de los casos que intervenimos se da esta situación: si la mujer no va a la comisaría porque teme que no le tomen la denuncia es porque teme no saber a dónde va a ir con sus niñeces o hay casos en los que las echan de la casa y el agresor se queda con las niñeces. Estas son dificultades que muchas veces no se resuelven.

Esas cuestiones quedan como selladas y la mujer queda en ese círculo cerrado. Muchas piensan ‘para qué hacer la denuncia si la medida cautelar la va a infringir’ o temen quedarse sin cuota alimentaria.

Por otro lado, la Dirección de Políticas de Género municipal lo que hace es el asesoramiento legal inmediato pero las cuestiones de fondo que tienen que ver con la cuota alimentaria, que tiene que ver con la vivienda, no las hace. Entonces esa mujer tiene que recorrer muchísimos lugares para encontrar un abogado o abogada que en principio tenga perspectiva de género para que la oriente hacia dónde tienen que ir porque lamentablemente las denuncias van apilándose en los juzgados de familia. Esto hace también que la mujer desista y termine aceptando vivir en un círculo de violencia constante.

-¿Y qué pasa con las mujeres que viven en vulnerabilidad extrema?

– Desconocen que las podemos asesorar y acompañar. El Alerta Género desde los Comités Barriales de Emergencia creo que ha sido una herramienta fundamental porque nos hemos encargado de crear folletería preventiva, nos hemos encargado de que cada bolsón o vianda tenga esa folletería con números de emergencia. Tiene que ver con esto: el Estado no llega a esos lugares, a esos rincones donde las mujeres padecen situaciones de violencia.

– ¿Qué sentís que falta en términos de presencia e intervención del Estado?

– Acá el Estado debería garantizar lo que ya hacemos nosotras, garantizar a esa mujer en situación de violencia todo lo que le estamos garantizando nosotras, el estar, acompañarlas, asesorarlas. No dejar que termine todo en la denuncia y después no pasa nada. Esa mujer está pensando cómo salir de ese círculo pero hay niños en el medio que no reciben esa atención psicológica que también necesitan y eso el Estado no lo garantiza. Una mujer tiene que entrar a una lista de espera porque hay muchísimas mujeres anteriormente. Todo eso necesitamos que llegue.

A esa mujer hay que hacerle un seguimiento, acompañamiento, un seguimiento también a sus niñeces porque no son víctimas colaterales, son víctimas directas de la violencia.

Por otro lado que las organizaciones podamos contar con abogados que asesoren pero que tengan el conocimiento con perspectiva de género porque de lo contrario no se termina brindando el resultado que esperamos, que es que esa mujer salga del círculo de la violencia, que pueda tener una forma independiente de crear su recurso económico, que no se encuentre sola, que podamos tener jardines maternales para que puedan trabajar.

Todo esto no se contempla y esta problemática la viven muchísimas mujeres en la periferia donde abunda la droga, donde el consumo de alcohol es constante. Esta pandemia dejó en evidencia toda esa falencia pero el Estado aún sigue teniendo lista de espera para psicóloga, lista de espera para una beca de vulnerabilidad, lista de espera para un botón antipánico que evidentemente no está siendo útil como lo es una pulsera de aproximación.

Tenemos dos casos en la zona sur donde hemos luchado muchísimo para que un agresor tenga una pulsera de aproximación porque ya no quedaba más para hacer. Esos son los dispositivos que se tiene que articular con el Estado para que lleguen y por eso seguimos luchando para que (el Estado) se haga presente en los barrios.

Ahora estamos trabajando en los CAPS de zona sur para crear un protocolo para atender a las mujeres en situación de violencia, estableciendo qué es lo que tiene que hacer el profesional cuando llega una mujer y dice que fue golpeada por su pareja. Hemos tenido casos donde el profesional puso: “Se supone que la agredió su expareja”. Y no se supone, la víctima está diciendo: “Me golpeó, me quiso abusar”. Esas cosas tienen que quedar plasmadas. Una falencia grandísima que hay a la hora de denunciar es el cuerpo médico, la mujer hace la denuncia y puede pasar una semana sin que la revisen. Hay un cuerpo médico que es único en la ciudad para las problemáticas graves, esa mujer va y viene y llega un momento que desiste porque ya se le fueron los moretones. Entonces esa lesión ya no está para ampliar la denuncia.  Son cuestiones de fondo que hay que resolver.

– ¿Qué rol sienten que juegan en este momento?

–  Siento, y se me eriza la piel al decirlo, creo que nuestro rol es el de estar cerca y cumplir con el rol que no cumple el Estado, sin ningún lugar a dudas. Cumplimos este rol desde el amor para acompañarlas para creer que pueden salir de ese círculo de violencia pero muchas veces nos frustramos cuando sentimos que el Estado no nos facilita las herramientas que deberían otorgar, pero creo que venimos cumpliendo un rol importantísimo que es estar cerca de cada mujer en situación de violencia, acompañarlas y tratar de buscar todas las herramientas posibles que deberían de ser algo que debería estar normalizado ante tantas situaciones de violencia que atraviesan las mujeres.

Nosotras buscamos los recursos, buscamos asistir, buscamos acompañar, buscamos estar, escucharlas, entenderlas, comprender la situación donde muchas veces tenemos que autocuidarnos porque son tantos los casos que nos llegan y como las víctimas ya no creen en el Estado, confían en nosotras y tienen esa mirada esperanzadora en nosotras. Es algo fundamental que el Estado ya debería tener incorporado. Con la cantidad de denuncias que hace la sociedad en la Comisaría de la Mujer no puede haber solo dos psicólogas en la Dirección de Políticas de Género porque cada mujer que pasa por ahí necesita del acompañamiento psicológico, es fundamental para sostenerla porque decidió denunciar y tiene que continuar con el proceso para no ser una víctima de femicidio, pero le sueltan la mano.

RESTRICCIONES Y DISPOSITIVOS DE ALERTA

“Vamos a ser realistas, la restricción de acercamiento no sirve para nada. Al contrario aumentan la agresión porque saben que no pasa nada”, sostuvo Marianela Arce y ejemplificó: “Nosotras vamos a hacer las denuncias, la víctima tiene el papel que dice la restricción y lo primero que nos dicen es: ‘¿Ahora que hago? Porque si le llega la notificación me va a matar. Yo no puedo estar sola’. Y nosotras tampoco tenemos las herramientas suficientes, no tenemos quién nos apoye. Tenemos un Estado ausente”.

En este sentido, María Inés Benítez coincidió y afirmó: “El botón antipático y las medidas cautelares no están dando el resultado que deberían dar. A los agresores no les interesa la medida cautelar. Es una gran dificultad, el incumplimiento de la medida cautelar es inminente y se tiene que hacer cumplir porque es la orden de un juez”.

Ante estas falencias, muchas mujeres no se animan a radicar la denuncia porque en muchos casos no tienen un lugar a donde ir y estar seguras. “Muchas veces nos preguntamos ¿Y a nosotras quién nos cuida? Porque nos ha tocado acompañar vecinas. Nos cruzamos al tipo en la esquina, en el mercado. Estamos también desprotegidas. A veces si son del barrio cambiamos y acompaña a la denuncia otra compañera”, explicó Arce.

Por otro lado, Benítez confirmó que en la zona sur hay dos casos con pulseras de aproximación, un dispositivo monitoreado desde el servicio provincial que le avisa a la víctima si el agresor se está acercando para que se ponga a resguardo y, a su vez, le indica al agresor que se está acercando al lugar donde está la víctima y que se tiene que alejar. Si el sistema percibe que el agresor se sigue acercando se envía de forma inmediata un móvil policial. “Esto está siendo efectivo porque en los casos que tenemos que han sido de mayor gravedad vemos que el agresor hasta el momento ha desistido de llegar a la víctima porque hay algo que le indica que lo están monitoreando”, indicó la referenta de la zona sur.

Y como exponen muchas víctimas, el botón antipánico ya no sirve, es obsoleto. “Cuando la víctima presiona ya es tarde porque el agresor ya le rompió el botón, no le aviso antes que el agresor estaba viniendo, se fuga y cuando llega el móvil como no está en flagrancia no lo puede detener”, puntualizó.

“Esta pulsera es diferente y ese sistema es el que estamos necesitando para que la mujer no se sienta tan desprotegida. Porque la única opción que tienen ahora las mujeres es estar encerradas en el Hogar Galé al que pueden ir si hay cupo para ingresar. Estar encerradas mientras el agresor sigue en la propiedad o es notificado de que no se puede acercar”, concluyó Benítez.

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08/03/2021