Nos merecemos bellos milagros y ocurrirán

El Indio Solari se presentó este sábado en el Autódromo de San Martín, en Mendoza. Según el excantante de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, hubo cerca de 150 mil personas, pero oficialmente se informaron 100 mil.

(Foto: Telam / Alfredo Ponce)

Por Fernando Drangosch

Como en cada misa llegaron ricoteros de todas partes del país, e incluso de países limítrofes como Paraguay, Chile y Uruguay. La mayoría decidió acampar varios días antes y disfrutar los paisajes de Mendoza. En la previa se vieron miles de parrillas con el clásico asado, botellas cortadas con Fernet o vino y, lo más lindo, los cantos y abrazos entre gente que quizás ni se conocía, pero que estaba allí por una misma pasión: el Indio Solari volvió el sábado a Mendoza y nadie se lo quiso perder.

Pasando a lo estrictamente musical, la puesta en escena fue como acostumbra el Indio: una pantalla detrás de las baterías y dos a los costados del escenario. En ellas, durante las horas previas, se vieron imágenes de Walter Bulacio (joven asesinado por la policía a la salida de un recital de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota en Obras), los pueblos originarios, el anticipo de una muestra sobre escritos del Indio y Los Redondos, la intensa búsqueda de Fernando Lario (marplatense desaparecido hace ya más de dos años) y el pedido del NO uso de bengalas.

Apenas pasadas las 21,30 se apagaron las luces y se escucharon los típicos sonidos raros, una suerte de canto de pájaros y la voz en off del Indio que dijo: “Damas y caballeros: Los Fundamentalistas del Aire Acondicionado”. Ahí explotó la gente. El primer tema elegido fue A los pájaros que cantan sobre la selva de Internet. Algo raro es que Solari salió a cantar sin sus clásicos anteojos. Ya en la segunda canción, Chau Mohicano, se puso sus gafas.

Al cantante se lo vio muy alegre: habló más de lo común, agradeció, hizo bromas y bailó como siempre. Antes de Nike es la cultura pidió un minuto de silencio para dedicar este recital a dos personas muy importantes.

La primera era Soledad Fernández, la hija del periodista Tití Fernández, que falleció en un accidente automovilístico durante el Mundial de Brasil. “La Sole se fue de lo linda que era”, dijo y después se supo que el propio Tití y su mujer estuvieron presentes en Mendoza. Y la otra, más personal, fue para Ramirito. “Los padres saben todo lo demás”, señaló el cantante, casi quebrado de la emoción.

En cuanto a los temas, la mayoría fue de su etapa solista, entre los que se destacó Pabellón Séptimo, con un mensaje para la policía; To beef or not to beef, dedicado a los que se fueron del país en su momento: “Ya muchos han vuelto acá. Tenemos pocas noticias del extranjero”, afirmó el Indio.

Otros puntos altos fueron Amok, Amok con un Solari que agradeció y miró directamente al público al decir la frase: “Al fin serán bienvenidos todos al show de la linda fe sonriente”.

Por supuesto que no faltaron las canciones ricoteras, las cuales han variado de un tiempo a esta parte, ya que poco a poco se asoman algunas que la banda ha tocado pocas veces. En este caso fueron: Drogocop, Fuegos de Oktubre (con un Indio que bromeaba porque el tema no salió tan bien: “Esta salió para la mierda”), Pogo, Roxana porchelana (“Esta no la tocamos desde los pubs”), Una piba con la remera de Greenpeace (una de las más festejadas), el enganche Nadie es perfecto y Ñam fri frufi fali fru (“A mover el culito”), la emotiva Juguetes Perdidos, Etiqueta Negra, (“Esta va para un músico que está acá y me pidió que no lo nombre pero que dijo que adoptó esta canción como propia”. Estuvo presente Manu Chao, así que varios se lo atribuyeron a él), Todo un palo (“A algunos no les gusta pero estamos obligados a hacerla”) y como siempre cerraron con el pogo más grande del mundo Jijiji.

El punto negativo, y más allá de que se habló de un estricto control de seguridad, fue que se vieron varias bengalas encendidas, que fueron muy resistidas por la mayoría del público. Incluso en el medio de Todo un palo se lo vio al Indio haciendo el gesto de “¿Qué haces?” al ver una en el medio del pogo.

Fueron casi dos horas y media de miles de sensaciones: alegría, saltos, emoción. Cosas que están dentro de las famosas misas, donde no solo se va a ver un recital, sino que se va a vivir una verdadera fiesta que dura varios días, y en las que la frutilla del postre es ver a un artista que tranquilamente podría quedarse en su casa, pero que decide alegrar a miles de personas con su letra y música.

El cierre fue con fuegos artificiales, que iluminaron el cielo y acompañaron la salida de la gente; algunos estaban agotados, otros golpeados por el pogo, pero todos tenían una sonrisa, ya que sabían que valió la pena recorrer miles de kilómetros para volver a sentir la magia de la música.