Asentamiento en el barrio San Carlos: la espera de 34 familias
Mientras siguen las negociaciones tras la orden de desalojo, los vecinos cuentan que algunos viven hace 40 años en el lugar y que los dueños los trataron de manera “prepotente”. “Somos toda gente de trabajo”, destacan.
Para los vecinos que viven en el asentamiento ubicado sobre media manzana de Bernardo de Irigoyen entre Vieytes y Larrea el desalojo de un habitante del lugar ocurrido hace unos cuantos meses atrás fue el inicio de un camino de reclamos para que se vayan, de negociaciones y de adentrarse en una causa judicial en la que se disputa, ni más ni menos, el lugar donde viven hace años, muchos años. Hoy, las negociaciones siguen activas en búsqueda de que los hoy dueños del terreno aporten un lugar y condiciones para que las familias puedan trasladarse.
Son 34 las familias que viven en el asentamiento del barrio San Carlos, ubicado en las inmediaciones del lujoso hotel Sheraton, del Golf Club y de casas de “primer nivel”. Sus habitantes cuentan que hay quienes llevan 40 años viviendo en ese lugar, desde que la zona era bien distinta a la que es hoy con calles sin asfalto y unas pocas viviendas alrededor.
Incluso, señalan que con el paso del tiempo hasta han pagado impuestos de los terrenos. “Si bien obviamente no vienen a nuestro nombre, en un tiempo algunos vecinos los pagaban”, dice una de las mujeres que vive en el asentamiento.
Las casas tienen los servicios básicos, y, según destacan, la relación con los vecinos de la cuadra es absolutamente normal pese a que, de un lado, el lujo es moneda corriente y del otro el esfuerzo y la humildad sobresalen ante una recorrida y contacto con sus habitantes.
La palabras ‘dueños’, ‘reclamo’ y ‘desalojo’ los integrantes del asentamiento empezaron a escucharlas cada vez con más frecuencia cuando, según cuentan, hace unos cuantos meses atrás un hombre que vivía en la esquina de Irigoyen y Larrea fue desalojado en el marco de una acción judicial iniciada por herederos de los propietarios de los terrenos.
A partir de ese hecho, empezaron a intentar entender cómo los afectada esa situación y allí supieron que también se tramitaba el pedido de desalojo de todo el terreno. Con mucho esfuerzo, pudieron conseguir una abogada que hoy los representa y encabeza las negociaciones que se realizan ante la Justicia y en la oficia de intermediario la Defensoría del Pueblo.
Los vecinos recuerdan que hubo momentos de la negociación con un trato “prepotente y amenazante” por parte de quienes hoy reclaman los terrenos. “Primero nos decían que ellos estaban frenando la orden de desalojo. Cuando nosotros nos organizamos y pudimos ver a una abogada, cambiaron su postura”, explican.
En ese marco de negociaciones, los vecinos explican que una de las primeras propuestas de los propietarios fue darles un terreno chico para algunas familias. “Nosotros planteamos cómo hacer para irnos de acá de un día para el otro con cuatro cosas y un terreno chico”, describe otro de los vecinos.
Mientras los días pasan y las reuniones se mantienen, los integrantes del asentamiento dicen ante la consultad de QUÉ que nadie del Municipio se acercó al lugar a interesarse por su realidad. Y remarcan que sólo piden una vivienda digna.
