Lunes 06 de mayo | Mar del Plata
15/12/2023

Murió Ledda Barreiro, histórica referente de Abuelas en Mar del Plata

Su lucha incansable por encontrar a su nieto tras la desaparición de una de sus hijas marcó el camino de memoria, verdad y justicia. Tenía 88 años.

Murió Ledda Barreiro, histórica referente de Abuelas en Mar del Plata
(Fotos: archivo / Qué digital)

Carmen Ledda Barreiro de Muñoz, la histórica referente de derechos humanos en Mar del Plata y quien supo ser una de las bases fundamentales para la fundación de la filial en la ciudad de Abuelas de Plaza de Mayo, murió este viernes a los 88 años. Su lucha incansable por encontrar a su nieto que debió nacer en cautiverio tras la desaparición de una de sus hijas, Silvia, marcó su vida en el camino de la memoria, la verdad y la justicia.

La muerte de Ledda Barreiro, que desde hace un tiempo atravesaba problemas de salud, fue confirmada este viernes desde Abuelas de Plaza de Mayo, entidad a la que dio vida en Mar del Plata con su creación durante la sangrienta dictadura cívico militar junto a Antonia Acuña “Negrita” de Segarra, fallecida en 2020.

La templanza, el amor y la esperanza impulsaron, después de tanto horror, la lucha de Ledda en Mar del Plata, donde llegó a estar secuestrada durante meses en el centro clandestino de detención “La Cueva” donde fue torturada, fue perseguida incluso antes a la dictadura por la Concentración Nacional Universitaria (CNU), y fue también la ciudad en la que vivió el secuestro de su pareja y de sus hijos. Y donde nunca dejó de motorizar los pedidos de memoria, verdad y justicia.

“Si algo no lograron quitarnos, es la ternura”, le dijo años atrás a Qué digital en una entrevista. Ternura después de tanto dolor.

La lucha por encontrar a su nieto definió gran parte de su vida. Su hija Silvia fue secuestrada el 22 de diciembre de 1976 en La Plata, embarazada de dos meses, y permaneció detenida en la Brigada de Investigaciones de La Plata, en el centro clandestino “Pozo de Arana”, en la comisaría quinta, en “Pozo de Banfield” y, posiblemente, en “La Cacha”. El nieto de Ledda -al que pensaban llamar Ramiro o Mariana- debió nacer en julio o agosto de 1977.

ledda barreiro

EL HORROR QUE VIVIÓ LEDDA Y SU FAMILIA

En los últimos años, uno de los tres hijos de Ledda Barreiro, Fabián, se mostró al frente de la filial de Abuelas en Mar del Plata. Y en diciembre de 2021 declaró en el juicio que todavía se lleva adelante en La Plata por crímenes de lesa humanidad cometidos en los centros clandestinos de detención conocidos como “Pozo de Banfield”, “Pozo de Quilmes” y “El Infierno” de Avellaneda, donde uno de los acusados es Juan Miguel “El Nazi” Wolk, quien fue el responsable del “Pozo de Banfield” durante 1976 y 1979 y cumple prisión domiciliaria desde 2016 a metros de la entrada del Bosque Peralta Ramos en Mar del Plata.

Fabián Muñoz vivió el terror desde chico en la previa de la sangrienta dictadura cívico militar que en Mar del Plata se abrió paso con el accionar del grupo paraestatal de ultraderecha Concentración Nacional Universitaria (CNU).

Hacia 1972, cuando él tenía unos 6 años, recuerda que su casa era “muy militante” y comprometida, con un padre –Alberto Mario Muñoz– “peronista de siempre”, con una madre –Ledda– pendiente de la vida política y con dos hermanos –Alberto o “Beto” y Silvia– militantes de la Unión de Estudiantes Secundarios (UES)  y de la Juventud Universitaria Peronista, respectivamente.

En esa casa “muy comprometida”, ubicada en Quintana al 4000, hacia 1974 eran muy frecuentes las juntadas de militantes y compañeros, hasta que la persecución previa a la dictadura se empezó a hacer sentir con autos que paraban cerca, con vigilancia, con un teléfono intervenido.

“Todas esas reuniones se empezaron a hacer cada vez más espaciadas”, recordó Fabián al declarar en el juicio, hasta que finalmente se cortaron cuando la tensión en la ciudad empezó a escalar con la acción de la CNU y el asesinato de su líder Ernesto Piantoni en manos de Montoneros en marzo de 1975.

“Se respiraba miedo”, relató Fabián y contó que por ese entonces sus hermanos dejaron su casa para “guardarse” ante el temor que empezaba a sembrar la CNU. Así fue que una noche, entre abril y mayo de 1975, un Falcon paró frente a la casa de la familia Muñoz. “Entró una patota, reventaron y rompieron todo, golpeaban todas las ventanas a los gritos. Yo corría por los pasillos y veía caer los vidrios. Fue una noche feroz, de mucha violencia, y buscaban a mi hermano, era a quien querían matar”, expuso y definió: “Fue un delirio de violencia”.

Como parte de esa secuencia, llegaron a apoyarle una escopeta recordada en el cuerpo a su padre, mientras lo tenían con los pies en el aire, para que dijeran dónde estaba Beto. También, recordó Fabián, encontraron un diario de su hermana, donde él había hecho algunos escritos, entre ellos uno que decía “montoneros” y una serie de leyendas. “Ahí empezaron a los gritos también a buscar a mi hermana”, expuso y recordó que decían: “Esta hija de puta también es montonera”.

A partir de ese operativo, cambió todo para la familia Muñoz. Algunos días después, incluso, Beto fue corrido a balazos mientras estaba en un café en Colón e Independencia. “La CNU en Mar del Plata tenía la calle liberada, hacían lo que querían”, señaló Fabián.

Sin conocer el destino de Beto y Silvia, pero conectados a través de la organización Montoneros, Alberto, Ledda y Fabián dejaron su casa y se fueron a vivir a un departamento prestado. Mientras tanto, Beto –con su pareja Ivonne- era derivado a Mendoza y Silvia –con su reciente pareja Gastón Larrieu- fue enviada a La Plata.

Con el incremento de la represión, la recomendación a la familia fue abandonar la ciudad. Así, Alberto, que trabajaba en el Casino, consiguió un trasladado a Bariloche –aunque administrativamente se dejó asentado otro destino para confundir- y allí se instaló la familia durante algunos meses y donde incluso recibieron una visita de Silvia y Gastón. “Pudimos disfrutar un poco, nadie sabía que iba a ser el último disfrute en años”, rememoró Fabián en su declaración de 2021.

Al mes de esa visita, Silvia volvió de emergencia a Bariloche, nerviosa, con un mensaje para sus padres: Beto e Ivonne, que estaba embarazada, habían sido secuestrados en Mendoza. A los pocos días, iniciaron un viaje hacia allí en busca de conocer su paradero.

“Fuimos a preguntar por mi hermano y por Ivonne a todos lados, todos decían que no sabían nada”, contó Fabián y relató que mientras su madre se juntaba con un “contacto” de la organización y él jugaba en una plaza vio en un puesto de diarios que una portada decía “Detienen a once subversivos”. Y en la foto, entre otros, estaban Beto e Ivonne. Por haber publicado esa foto el director del diario después pasaría varios años detenido junto a Beto.

Con el diario en la mano, Alberto, Ledda y Fabián fueron hasta la “Cárcel Modelo de Mendoza” y allí tras varias insistencias Ledda fue recibida por el director. “El tipo levantó un teléfono y lo hace entrar a mi hermano”, recordó Fabián. En ese momento, el militar les dijo: “Si ustedes ganan, recuerden lo que yo hice por ustedes”. Beto estaba sumamente afectado por las sesiones de tortura, prácticamente no podía caminar.

Tiempo después, Beto e Ivonne fueron puestos “a disposición del Poder Ejecutivo Nacional”. Para entonces ya había nacido Antonia, su hija. Y posteriormente serían trasladados a Paraná, Entre Ríos.

A poco tiempo de concretado finalmente el Golpe de Estado, la vuelta de la familia a Mar del Plata era imposible y por eso Ledda viajó a intentar vender la casa: cuando llegó a retirar algunas cosas, se desplegó un intenso operativo militar en busca de Beto. “Hijo de puta, como se nos escapó, cómo que ya está en la cárcel”, gritaron los militares cuando Ledda les dijo que estaba detenido. Mientras tanto, también buscaban a Silvia.

Finalmente, Ledda logró vender la casa y a los pocos días de concretada la venta fue prácticamente destruida por otro operativo militar, ya que desconocían que había sido vendida, lo cual motivó en que su nuevo dueño realizara una publicación en el diario Clarín en la que aclaraba que no tenía nada que ver “con la familia que estaba antes”.

Atravesado 1976, Alberto y Ledda pudieron organizar un viaje con el aval de Montoneros, a pesar de la persecución latente, para visitar a Silvia y a Gastón en La Plata y pasar Navidad juntos. El 22 de diciembre mantuvieron un breve encuentro y Silvia les dijo que tenía una sorpresa y que se las contaría al día siguiente. Ninguno sabía que esa sería la última vez que se verían.

“Al otro día teníamos que encontrarnos. Fue tremendo, no vino Silvia. Mis viejos dieron la vuelta, empezaron a llorar. Con todo lo que nos pasó no se había llorado nunca todavía. Silvia no apareció”, relató Fabián y eso, indefectiblemente, daba cuenta que había sido secuestrada. Así se los confirmó luego un compañero de militancia de la joven.

Algunas horas después, lograron verse con Gastón. “Ahí fue donde él, en una reunión muy breve, nos dice que la sorpresa era que Silvia estaba embarazada”, contó Fabián. Esa sería, también, la última vez que verían a Gastón ya que desde ese momento no se sabe más nada de él.

Con el dolor a cuestas, Fabián contó que mientras tanto a Beto lo iban a visitar a la cárcel casi todos los meses, en medio de diversos trasladados. Ellos, por su parte, se mudaron desde Entre Ríos a Alta Gracia, Córdoba.

Cuando se iniciaba 1978, Fabián ya con 13 años pidió a sus padres volver a Mar del Plata. Y Alberto y Ledda eso hicieron en enero para instalarse en un departamento de Independencia y Vieytes que habían comprado con el dinero de la venta de la casa. “A la semana, a mi viejo le hacen una ronda de reconocimiento adentro del Casino”, señaló Fabián como introducción de la continuidad del terror.

Una semana después, su papá fue secuestrado mientras salía del Casino. Y esa mañana, cuando él se despertó en el departamento, percibió algunas cosas fuera de lugar, se asomó a la cama de sus padres y estaba deshecha. “Bajé los cuatro pisos del edificio por escalera, me asomé por la ventana y en la esquina había un tipo vigilando. Fui, le golpeé al portero, que estaba aterrorizado, y le pregunté qué había pasado y me dijo que mi vieja había salido con tres o cuatro tipos jóvenes”: Ledda también había sido secuestrada. Ambos fueron trasladados a La Cueva, el centro clandestino de detención que funcionó en la Base Aérea de la ciudad.

Fabián, ante ese panorama, agarró plata del departamento y escapó por la cochera. Empezó a deambular y a los tres días se comunicó con su tío. “Le dije que mi viejo no había aparecido después del trabajo y que a mi vieja se la habían llevado”, recordó y señaló que permanecieron secuestrados y torturados durante tres meses, hasta abril de 1978. “Para mí estaban muertos. Fue un shock volver a verlos, eran dos esqueletos, estaban muy mal”, rememoró.

Tras su liberación, Ledda y Alberto empezaron a recibir informaciones sobre Silvia. También empezaron a organizarse las primeras reuniones de familiares y amigos de desaparecidos en la Parroquia Santa Ana de Mar del Plata.

En su declaración, Fabián destacó que los primeros datos sobre Silvia llegaron a Ledda de la mano de de Adriana Calvo, sobreviviente del “Pozo de Banfield”. “La reacción de mi viejo fue ir a comprarle ropa a Silvia”, expuso Fabián y señaló que hasta entonces la esperanza seguía puesta en poder encontrarla. “Creíamos que había chances de que Silvia estuviera viva, de que pudiéramos recuperarla, verla”.

Ledda durante un escrache en la casa donde vivió en prisión domiciliaria el genocida Miguel Etchecolatz

La búsqueda fue creciendo con la organización de familiares, con reuniones que entre 1979 y 1980 se fueron haciendo más grandes. “Mi padre quedó muy mal del secuestro, no se recuperó nunca”, lamentó Fabián y recordó que pasado 1980 él acompañaba a las reuniones “clandestinas” a su mamá. Mientras tanto, hacia fines de 1981 Beto fue liberado –bajo libertad vigilada- y algunos meses antes había ocurrido lo propio con su pareja.

Junto a Antonia Acuña “Negrita” de Segarra –quien sufrió el secuestro y desaparición de sus tres hijos-, Ledda empezó a darle forma a la filial Mar del Plata de Abuelas de Plaza de Mayo, con actividades que se fueron potenciando con el paso de los años. Con el regreso de la democracia, expuso Fabián, la familia tuvo que empezar a asimilar “que Silvia no iba a aparecer más”.

“Estas mujeres, Negrita, mi vieja y todas su compañeras, ya más lanzadas, mi vieja aún con muchos problemas físicos por las torturas que había recibido, nunca dejaron de estar permanentemente presentes en los viajes, reclamos, movilizaciones en la calle”, destacó Fabián y contó que su padre murió en 1989. “Mi vieja fue una locomotora en la búsqueda de Silvia y de Gastón y de mi sobrino o sobrina, y eso se transformó en el eje de la vida de todos nosotros“, sumó.

Aun con el paso de tantos años, las pistas y datos sobre el destino de Silvia no dejan de aparecer. Poco tiempo antes del inicio de la pandemia del coronavirus, una sobreviviente que estuvo junto a ella secuestrada en la comisaría quinta de La Plata se puso en contacto con Fabián y concretaron una reunión de la que también participaron Beto e Ivonne en Mar del Plata. “Nos contó que estuvo brevemente con Silvia, con una panza de unos seis meses de embarazo, que pese a todo Silvia se mantenía muy fuerte“.

Esa fue la última información que la familia pudo reconstruir en torno a Silvia. “Fue la última información concreta que tuvimos y nos da una esperanza muy fuerte de que todo este proceso de mierda que arrancó en 1975 y que tuvo tantas muertes y secuestros, no finalice, pero que nos permita a la familia tal vez algún día conocer al hijo de Silvia y de Gastón, eso sería extraordinario”, dijo, emocionado, Fabián.

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15/12/2023