Domingo 28 de abril | Mar del Plata
01/03/2023

Recicladores urbanos: ganar el sustento mínimo en contextos de precarización

En el Día Mundial de las y los Recicladores, la historia de Daniel. Por qué pasó del sector de la construcción a la recuperación de residuos y cómo es su día a día.

Recicladores urbanos: ganar el sustento mínimo en contextos de precarización
(Fotos: Qué digital)
Celeste Verdicchio

Por: Celeste Verdicchio

Daniel tiene 30 años, es de Mar del Plata y aunque la mayor parte de su vida se dedicó a la construcción, hace tres años comenzó a juntar cartones en la vía pública. La necesidad económica pero también la precarización y la explotación fue lo que lo llevó a trabajar como reciclador urbano, una tarea en la que lamenta que gana lo mismo pero durante menos horas que en su oficio, con todo lo que implica dejar un trabajo registrado para pasar a encontrar un “sustento” en donde otros encuentran “basura”. En el Día Mundial de las y los Recicladores, las distintas realidades y las razones que hacen a un sector invisibilizado. 

Todos las mañanas, Daniel sale con su carro caminando desde la zona de Colón y 180 para hacer un recorrido que incluye la zona “detrás de Canal 8”, el Casino Central y buena parte del macrocentro de Mar del Plata. En medio del caótico tránsito y el calor de la temporada, corre en zig zag de un lado al otro con lucidez y concentración para juntar con velocidad lo que otros despojan como “basura” y que para él representa una única fuente de ingresos familiar mientras, en paralelo y casi sin proponérselo, realiza un aporte al ambiente al hacer que una parte de los residuos que encuentra en la calle reingresen al sistema productivo y se reciclen bajo una “economía circular”.

En Mar del Plata, la recuperación de los residuos se divide en, por un lado, la tarea que realiza un importante número de recuperadores organizados en el Movimiento de Trabajadores Excluidos (MTE) bajo la cooperativa Recicladorxs Urbanos Marplatenses (RUM); el trabajo que lleva adelante desde hace años la cooperativa CURA en coordinación al Municipio —y que advierte desde hace tiempo las consecuencias de la falta de campañas de separación de los residuos en origen—; la recuperación que realizan al menos 120 personas en la planta social del predio de disposición final de residuos en situaciones de extrema vulnerabilidad; y el trabajo de las y los recicladores urbanos que no están “organizados” en cooperativas u organizaciones y que, como en el caso de Daniel, llegaron a la actividad por las deficiencias del mercado de trabajo formal.  

Más allá del mayor o menor nivel de organización, la necesidad de visibilización e inclusión social de las y los recicladores urbanos se vuelve evidente no solo para mejorar esas condiciones en las que a diario realizan su tarea y comprender las razones o el contexto que en muchos casos empuja a esa realidad, sino también para entender el aporte que realizan tanto al ambiente como a la responsabilidad que le compete al Municipio en la gestión de residuos, a través de un circuito de reciclaje más o menos formal que evita que toneladas de desechos como cartón, plástico, metales, vidrio y papel terminen enterrados

“Muchos me dicen ‘flaco, tendrías que estar conforme porque estás sacando la basura, esto no llega al basural’. Para muchos esto será la basura, pero para mí es mi sustento”, sostiene Daniel. Es que, en el otro extremo, mil toneladas de residuos ingresan por día —según datos oficiales— a la “planta social” del predio de disposición final de residuos en donde al menos 120 personas de 32 barrios de Mar del Plata también subsisten a diario a partir de los recursos que obtienen de la recolección, separación, clasificación y acopio para la posterior comercialización. 

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Mientras se mantiene el freno al proceso licitatorio para la millonaria operatoria del predio luego de una denuncia por presuntos “direccionamientos” hacia las empresas que actualmente lo manejan —en este caso, Ciageser SA—, desde distintos sectores políticos se hicieron eco de la situación de las y los recuperadores a partir de un recorrido por la “planta social” en septiembre del año anterior en la que, lejos de verse lo “social”, continúa repitiéndose una fotografía de extrema vulnerabilidad a pesar de la normativa que en 2015 estableció la creación de un programa social de gestión integral con políticas de reconocimiento y condiciones más dignas para las y los recuperadores a partir de la tasa Girsu (que se abona con las facturas de OSSE y que es foco de reiterados reclamos por el destino que se le da a esos fondos). 

DE LA CONSTRUCCIÓN A LA RECUPERACIÓN DE RESIDUOS EN LA CALLE

Desde los 13 hasta los 27 años, Daniel trabajó en el rubro de la construcción en donde, —relata— tuvo la oportunidad de trabajar con personas que le “enseñaron bien” y donde adquirió conocimientos para “hacer desde los cimientos hasta el techo”. Pero, un sector también trazado por condiciones de precarización y sobreexplotación a cambio de un salario insuficiente, lo llevó tres años atrás a tomar la decisión de abandonar la obra y dedicarse a juntar cartones. 

“Este laburo me beneficia mucho más que la construcción. Ahí tenés que cumplir horario y está bien, te pagan, pero también se aprovechan porque si no te sabés desenvolver trabajás igual ‘por lo que sea’ y te explotan. No puede ser que un trabajador de la construcción gane lo mismo que uno con un carro juntando cartón”, lamenta Daniel, quien define una y otra vez la importancia para él de, ante esas condiciones de empleo en el mercado formal actual, decidir “no trabajar para nadie”, de hacerlo por sí mismo y, por ejemplo, tener más tiempo para pasar con su familia.

Entre esas dos caras, la de un sector formal pero mal pago, y otro informal pero no reconocido -y ambos con ingresos por debajo del salario mínimo vital y móvil- Daniel reconoce la estabilidad que le podía brindar un trabajo “seguro” y de “todos los días”. Sin embargo, también pone sobre la balanza esas condiciones de “explotación” en donde además de en mucho casos tampoco contar con cobertura médica ni ART, las jornadas laborales son extensas y no le permiten “disfrutar de la familia” ni obtener ingresos suficientes para cubrir los alimentos mínimos. 

Incluso, desde la Unión Obrera de la Construcción (Uocra) detallaron recientemente —tras el accidente de dos trabajadores— que la construcción en la ciudad aumenta principalmente a partir del crecimiento de la obra privada pero, sin embargo, buena parte de los trabajadores continúa haciéndolo de manera no registrada. En detalle, desde la Uocra Mar del Plata informaron que nuclean a 7 mil trabajadores registrados y estiman que por lo menos 10 mil lo hacen de manera informal.

En Mar del Plata —una de las ciudades que históricamente cuenta con altas tasas de desempleo— según el último informe del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec) hay un total de 22 mil personas desempleadas, es decir, un 7%. Sin embargo, se vive trimestre a trimestre una tendencia a la baja respecto a períodos anteriores y, para analistas de la Universidad Nacional de Mar del Plata, es un proceso que justamente se da a “costa” del crecimiento de la mano de obra en el sector informal, con trabajadoras y trabajadores no registrados o cuentapropistas.  

“ALCANZAR” ESE SUSTENTO MÍNIMO EN EL DÍA A DÍA 

De lunes a sábado, Daniel trabaja de 11 a 16 —relata— y algunos días va acompañado por su papá en una “ford vieja”. Luego de estacionar el vehículo en la zona céntrica, comienzan sus recorridos en los que buscan completar al menos cinco bolsones diarios “para que rinda para los gastos de la camioneta” —con un promedio de dos horas para completar cada bolsón— y para, también, ganar el sustento diario

Es que, según los valores actuales de las empresas compradoras —con frecuencia fluctuantes—, un bolsón de cartones se paga $500, es decir, $2.500 por día o $60 mil al mes (bajo el “ideal” de poder trabajar seis días a la semana) que en el caso de Daniel deben rendir —como una única fuente de ingresos— para una familia de cinco personas, cuando la canasta básica de alimentos que es utilizada como índice para medir la línea de la indigencia llega a los $76 mil, según la última actualización del Indec en enero

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Esa inestabilidad en los ingresos que Daniel y otros recicladores puedan obtener de la comercialización de lo que encuentran también se percibe respecto a las variaciones en el precio del cartón que llevó, incluso, a recicladores y recicladoras organizadas de todo el país a un “estado de alerta” en 2022 frente al impacto de las importaciones en su relación comercial con las empresas compradoras: “Ahora está en $22, pero la semana que viene está $24 como puede estar $20”, grafica Daniel sin certezas sobre los ingresos que pueda ganar en el día a día. 

Y en ese mismo sentido, aparecen en el relato de Daniel otros aspectos estructurales que hacen al trabajo de las y los recicladores urbanos: “A veces las piernas no te dan más. El cuerpo te pide descanso, te hace falta. Acá podés faltar siempre que tengas para comer. Si la familia tiene para la comida entonces ahí sí te podés tomar un día de franco”. Además, los días de lluvia, por ejemplo, ir a recolectar es prácticamente imposible porque las empresas no compran el cartón si está mojado

Otra variación se desprende del turismo. Mientras que en verano la venta en los comercios incrementa y, en consecuencia, aumenta la cantidad de residuos reciclables y también se suman más personas a la recolección “por necesidad” y porque “hoy se compra de todo” —asegura Daniel—, en invierno surge el contraste cuando la actividad en los comercios se reduce notablemente (y, por ende, la cantidad de cartón) sumado a que en los días de lluvia y frío en Mar del Plata es más vulnerable a enfermarse.

Es entonces cuando, al estar por fuera del mercado laboral formal, sin cobertura médica, sin apoyo estatal (en este caso) y sin garantías en la entrada de ingresos, se visibiliza mucho más la informalidad de la actividad, más allá de la mejoría de ingresos que signifique en relación a otras actividades reconocidas como “formales”.

Y sobre uno de esos puntos —retoma—, se diferencian las y los recicladores urbanos “no organizados” de los organizados quienes pueden acopiar el material, venderlo al tiempo y contar con los beneficios de ser parte de cooperativas. “Es otro modo distinto del que tenemos nosotros”, detalla Daniel respecto al resto de trabajadoras y trabajadores, como en su caso, que no reciben ayuda del Estado.

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Producto de un contexto social y económico cada vez más complejo para más sectores de la sociedad, trazado por la inflación, la desocupación, e ingresos que no alcanzan a cubrir los alimentos mínimos de la canasta, Daniel asegura que son muchas las personas que se suman a levantar material recuperable de la vía pública “por necesidad”.

“Y no somos solamente nosotros, hay otra gente (sic). El otro día un muchacho en auto vio algo, paró y lo levantó. Uno dice qué ratón, pero se levantó un termotanque con el que tiene mil mangos y si el tipo tiene que echarle combustible al auto son mil pesos que le rinden. La gente levanta por necesidad”, cierra. 

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