Lunes 29 de abril | Mar del Plata
02/07/2022

La muerte de Etchecolatz: crónica de una lucha que lo devolvió a la cárcel

Cómo fueron en 2018 los casi tres meses de resistencia contra la presencia del genocida en el Bosque Peralta Ramos.

La muerte de Etchecolatz: crónica de una lucha que lo devolvió a la cárcel
(Foto: Marcelo Núñez / Qué digital)

A sus 93 años de edad, el genocida Miguel Etchecolatz murió este sábado. Permanecía detenido en la Unidad N°34 de Campo de Mayo, pero sus últimos días fuera de una cárcel común habían sido en Mar del Plata. Fueron casi tres meses entre fines de 2017 y principios de 2018 los que estuvo en su casa del Bosque Peralta Ramos, una presencia que lejos de pasar desapercibida, despertó una intensa movilización popular que, encabezada por sus vecinas y vecinos, terminó “echándolo” el 17 de marzo, a pocos días de un nuevo aniversario del golpe de Estado que dio inicio a la dictadura, esa que contó con el ex director de Investigaciones de la Policía Bonaerense como protagonista del plan genocida.

La crónica de su paso por Mar del Plata en aquel caluroso verano de 2018 comienza con la domiciliaria concedida a fines de 2017. Los jueces José Martínez Sobrino, Julio Luis Panelo y Fernando Canero, integrantes del Tribunal Oral en lo Criminal Federal N°6 de Capital Federal, hicieron lugar a un pedido de la defensa del represor para que continuara el cumplimiento de sus condenas a prisión perpetua -hasta su muerte, acumuló un total de seis- en su casa de la calle Nuevo Boulevard del Bosque, entre Guaraníes y Tobas.

Tan solo dos días después, el “mano derecha” del represor Ramón Camps en la Provincia de Buenos Aires ya estaría instalado en su casa del Bosque, de la que solo saldría para ser atendido en la Clínica Colón, hasta donde fue trasladado en una camioneta sin identificación, lo que generó cuestionamientos de organismos de derechos humanos.

LA ORGANIZACIÓN POPULAR

Si bien no es el único represor que gozó de domiciliaria en Mar del Plata, es una figura resonante del terrorismo de Estado perpetrado antes y durante la última dictadura, por lo que su estadía lejos estuvo de ser un “veraneo” en el Bosque: rápidamente se encendió la organización popular que terminaría expulsando nuevamente al genocida a una cárcel común.

Nora Cortiñas, Taty Almeyda y Rubén López fueron algunos de los referentes de organizaciones de derechos humanos y familiares que llegaron a Mar del Plata en aquel verano de 2018 para repudiar la presencia del genocida en Mar del Plata. Aunque sin dudas, la presión ejercida por buena parte de los vecinos, que dieron lugar a la organización Vecinos sin Genocidas, fue la base fundamental de la “expulsión” del represor.

Casi desde el primer momento hubo expresiones de repudio. Tan solo 12 horas después de su traslado a Mar del Plata, organizaciones de izquierda ya habían realizado su primera movilización contra la llegada del represor al Bosque. Además de escraches, la presencia también incluyó diversas formas de manifestaciones, como la que llevó adelante La Poderosa frente a la casa del represor, con caretas de Jorge Julio López y una selfie en el marco de la campaña “#NoDormísNuncaMás”.

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Mientras instituciones como el Colegio de Abogados y el Concejo Deliberante también se expresaban en contra de su llegada, días después, el 5 de enero de 2018 se realizaría una multitudinaria marcha que incluyó una caravana de vecinos y vecinas por el bosque, y que sería la primera de tres jornadas de intensas protestas.

La gran movilización fue el 6 de enero. Ese día, organizaciones de izquierda protagonizaron un intenso escrache a la casa del represor, mientras que por la tarde, siete cuadras con unas 40 mil personas según los organismos de derechos humanos, se movilizaron bajo una misma consigna: “La única casa para un genocida es la cárcel“.

De esa marcha participaron Rubén López, como también las referentes de Madres de Plaza de Mayo Línea Fundadora, Nora Cortiñas y Taty Almeyda. “No lo vamos a dejar veranear tranquilo”, manifestaba Norita en aquel entonces.

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Pero habría un tercer día consecutivo de protestas contra Etchecolatz en Mar del Plata: el “siluetazo” finalmente se concretó el 7 de enero, encabezado por Cortiñas y que también incluyó un paso por la casa de Juan Miguel Wolk, otro de los represores que -aún hoy- cumple su domiciliaria en Mar del Plata, en Punta Mogotes.

Expresiones de rechazo en pleno Carnaval, una figura gigante en la playa, más escraches de La Poderosa, un “ruidazo” y una protesta al cumplirse los dos meses de la presencia del ex director de Investigaciones en la ciudad se fueron sucediendo con el correr de los días. Por unas semanas, la situación socioeconómica de la ciudad pasó a un segundo plano: la domiciliaria de Etchecolatz en Mar del Plata era la principal reivindicación popular.

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LAS ÚLTIMAS HORAS

Tras más de dos meses en Mar del Plata, la revocación de la prisión domiciliaria parecía cada vez más cercana fruto de la intensa movilización de los distintos sectores. Así, tras una exposición de la fiscalía y querellantes ante la Cámara Federal de Casación el 15 de marzo, finalmente al día siguiente la Cámara revirtió el fallo del Tribunal Oral N°6 de Capital Federal: Etchecolatz tenía las horas contadas en Mar del Plata.

Lo que siguió en las siguientes horas fue la vigilia. El propio juez del Tribunal Oral Federal N°1 de La Plata, Pablo Vega, se hizo presente en el bosque ese mismo viernes ante un pedido de los vecinos “para presenciar una serie de disturbios, obstáculos y problemas que generaba la presencia de Etchecolatz en el barrio”.

Durante la jornada, militantes y referentes fueron pasando por el lugar, incluida Carmen Ledda Barreiro de Muñoz, referente de Abuelas de Plaza de Mayo Filial Mar del Plata que, además de agradecer a las y los vecinos por poner el cuerpo frente a una de las personas que sabe dónde están su hija Silvia y su nieta desaparecidas, en aquel entonces ya anticipaba a Qué digital: “¿Sabes cuál es el tema? Ellos se van a llevar el secreto a la tumba. Y a mí me queda poco tiempo para conocer a mi nieta. El último hecho de impunidad de estos tipos es llevarse el secreto a la tumba y es un triunfo para ellos, así lo viven”.

Con el correr de las horas, se fue preparando el traslado de Etchecolatz, y un puñado de vecinos y vecinas, muchos de ellos integrantes de Vecinos sin Genocidas, aguardaron hasta que efectivamente se concretó el traslado: a las 6 de la mañana del 17 de marzo, el genocida abandonaba una ciudad que no volvería a pisar. Una ciudad en la que, como en tantas otras, dejó su huella de terror, como también su silencio, por el cual familias enteras seguirán viviendo con la incertidumbre de saber dónde están sus seres queridos.

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02/07/2022